En medio del proceso de juicio político al presidente estadunidense, Donald Trump, votado la víspera por una mayoría

 absoluta de representantes demócratas, es posible colegir con base en testimonios directos y lecturas la existencia de un par de fenómenos de opinión pública entre los estadunidenses digamos de origen y aún en segmentos amplios de latinoamericanos avecindados y ciudadanizados en ese gran país, nuestro vecino tormentoso del norte.
Trump, un abanderado del republicanismo más acendrado de Estados Unidos, se incubó en buena parte gracias al electorado ultraconservador de su país que confió y aún apuesta por el aislacionismo y la creencia de que su país volverá a ser tan grande y poderoso como el mundo lo vio en tiempos de la posguerra. Es una reacción primaria contra el globalismo. Se trata del electorado denominado “wasp”, las siglas en inglés para referir al “blanco, anglosajón y protestante”. Pero no sólo los “wasp” tienen en Trump a su salvador y/o redentor.
Sectores amplios de ciudadanos latinoamericanos con años de residencia en Estados Unidos y ya ciudadanizados creen y confían en Trump, un fenómeno que trasunta un conservadurismo profundo y aislante. Muchos y aún me atrevo a decir una gran mayoría de estos “latinoamericanos-estadunidenses” prefieren votar “por un loco” como Trump –confiesan ellos mismos- que por un “izquierdoso demócrata”, que consideran poco menos que un “peligro” para “su” país. El cisma y la polarización política-electoral están presentes en la sociedad estadunidense. Trump, un empresario astuto y hábil practicante del poder político, ha sabido sacar raja de esta digamos segmentación socio-electoral, y del temor de un electorado a contagiarse y que cree posible salvarse solo en un mundo con expresiones múltiples de decadencia.
¿Por qué es preferible un “loco” como Trump? Pues porque a diferencia de los demócratas izquierdosos, el “magnate del ladrillo” pone a salvo a Estados Unidos de los flujos de inmigrantes indocumentados que llegan a ese país listos y ansiosos de que les “regalen todo”, desde el espacio físico, la salud, las escuelas, los alimentos y todos los servicios posibles. Esos “regalos”, para esa gente que lo quiere todo regalado, -según los “trumpianos”- tienen un costo económico para ellos que erigieron su casa en suelo estadunidense hace años. El esquema ideológico es muy simple, responde a un temor profundo “al otro”, al holgazán que llega para recibir y aún demandar o apropiarse, y lo peor es que funciona.
Y les funciona debido a que los demócratas izquierdosos, esos que quieren destituir a Trump, están listos para dos cosas: una obsequiar y favorecer a los inmigrantes, pero infinitamente peor: hacerlo a costa de los “wasp” y de los latinoamericanos-estadunidenses, que a diferencia de los recién llegados se han esforzado y trabajado duro para “tener” o lograr algo o mucho incluso. Se añade la emoción de que a diferencia de quienes llegan ahora, a ellos sí les ha costado mucho y nada les ha sido regalado. De allí nace un desprecio “al otro” y, en consecuencia, a quienes abogan por ellos.
En ese trasfondo social se registra el proceso para destituir a Trump. Es previsible una polarización aún mayor de la sociedad estadunidense, que a la larga podría beneficiar a Trump en su intento de ligar otros cuatro años como inquilino de la Casa Blanca. Se anticipa sumamente difícil que el “impeachment” contra Trump libre la alcabala del Senado estadunidense.
“Afortunadamente el presidente (Trump) si tendrá un juicio justo en la Cámara de Senadores –Mayoría republicana- en próximas fechas y no me cabe duda será exonerado ya que no sólo no existen elementos comprobatorios sino que también el mismo presidente de Ucrania ha sido claro que jamás fue presionado”, escribió el representante republicano en México, Larry Rubin, en un whatsapp.
Es previsible sin embargo que para México el caso Trump aliente nuevas tormentas. Habrá que verlas para contarlas.
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@RobertoCienfue1