Crece el encono nacional tanto como los argumentos gubernamentales que se

 reproducen sin cesar para culpar al pasado de la imposibilidad de nuestro futuro y para estigmatizar a todos aquellos que se resisten, dudan y aún censuran a la 4T, mientras que el presidente a ratos hierve en cólera y acicatea con su látigo cargado de fuchis y cacas, entre otras vainas.
Presenciamos es cierto un escenario inédito en el país, uno donde el presidente culpa de prácticamente todo a los neoliberales, los corruptos, los prianistas, los de antes, aquellos que conformaron la globalmente denominada “mafia del poder”. Ellos fueron y son los responsables directos de la debacle nacional que le tocó al hoy presidente, agobiado por la herencia maldita, que gravita sobre su estirpe, indomeñable eso sí.
Así vamos. Si la economía no creció, sino decreció en 2019 y pinta para lo mismo este 2020, los culpables son esos malditos –faltaría decir- neoliberales que hicieron del país una bacanal; si el crimen atiza y rompe marcas históricas –mucho qué decir- se culpa a los prianistas y sus hordas de secuaces filibusteros; si la corrupción invadió todos los espacios públicos, también son ellos los únicos responsables. Sarta de bandidos que privatizaron cuanto encontraron a su paso para desfondar al país y enriquecerse de una forma grosera e ilimitada. Pero no sólo. Si matan a niños es por culpa del neoliberalismo que rompió el tejido social para en su lugar dar paso a un México bárbaro.
Si no hay medicamentos prácticamente para nada en los hospitales públicos del país y mucho menos para atender males y dolencias gravísimas de niños, adultos y ancianos es porque una mafia de bandidos hacía negocios sin fin con el único propósito de robarle cuanto fuera posible al pueblo bueno y sabio.
Si en este país no hay justicia ni ley es porque los bandidos de la mafia de Los Pinos –hoy desmantelada como residencia oficial- constituyeron por años la banda de los chicos malos.
Si no hay estancias infantiles ni aeropuerto en Texcoco y ni siquiera el cuerpo de Guardias Presidenciales es porque allí anidaba una corrupción suprema y los ocho mil elementos castrenses constituían un absoluto exceso cortesano para el presidente de turno y su clan.
Si se determinó la eliminación de miles de plazas en el gobierno federal fue para desterrar el parasitismo de burócratas con todo tipo de prebendas, sueldos colosales y onerosos, en una escala que contraviene la máxima de que no puede haber gobierno rico y pueblo pobre. Así podríamos hilvanar una larga lista explicativa, argumentativa y culposa del pasado, que nos impide un futuro pese a los ingentes aprestos y encarnación divina de la 4T.
Después de todo, la 4T marcará un antes y un después en la historia de este país cueste lo que cueste y así no quede piedra sobre piedra. Habrá que agradecer sin embargo que se trata de una revolución pacífica a diferencia de las tres grandes transformaciones que la precedieron y que pudieran quedar opacadas, minimizadas, o al menos reducidas a sus expresiones más escuálidas. En una de esas y ante la propuesta para desaparecer los fines de semanas largos o de tres días por las efemérides nacionales, podría abrirse un solo periodo vacacional o de asueto para conmemorar en un futuro no muy lejano la 4T. Tendría sentido patrio.
Conste, es muy temprano para calibrar la verdadera dimensión transformadora de un gobierno que ha encontrado un auténtico arsenal para explicar los “noes” y nada para garantizar el “cómo si” construir un país a partir del sitio donde se hallaba el 2 de julio de 2018. En síntesis, la culpa mayor la tiene el pasado, que imposibilita y prácticamente aniquila el futuro. ¡Pobre México y su historia!
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@RobertoCienfue1