Escalofriante. Así es la estampa de violencia que flagela al país. Es cierto que ya lo era en los tiempos

 en que gobernaron los ex presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña. Ninguno de ambos pudo refrenar o al menos contener el delirio de los violentos. Con López Obrador al frente del Ejecutivo, tampoco. Y la esperanza que encarnó en muchos que pensaron que ya nada sería peor, se está perdiendo a trancos veloces. De nada sirve, si es que alguna vez fue útil, que se siga culpando al pasado cuando lo que se trata es del presente, más aún cuando el futuro se anticipa, según la mayoría de las previsiones y prospectivas, mucho peor de lo que ya resulta la cotidianeidad, -insisto- cada vez más escalofriante.
La pandemia aviva los demonios acechantes de una renovada espiral de violencia que es probable desborde el confinamiento hasta ahora de las disputas por las rutas, los territorios y las ganancias archimillonarios vinculadas a todo tipo de crímenes y delitos harto conocidos para entrar en el futuro cercano o inmediato a los conflictos derivados de la cada vez más extendida y preocupante incertidumbre social sobre la sobrevivencia económica y/o material de millones de mexicanos y sus familias, arrojados al desempleo, la insalubridad, el hacinamiento y la carencia de medios materiales, que comienza incluso y muchas veces por la ausencia vital de agua. El virus aceleró en semanas y como nunca el encuentro con un futuro que se creía lejano, pero que por décadas nunca fue impredecible, para millones de personas y sus crecientes carencias materiales, lo que hace inviable la vida y amedrenta el futuro.
Las promesas, el compromiso y la expectativa se van haciendo añicos una a una conforme constatamos de manera fehaciente que la institucionalidad del país pierde cada vez más piso y se sumerge en los sótanos laberínticos de la ineficiencia, la ineficacia y el discurso insulso, vacío y, peor aún, cansino del gobierno y sus voceros que ven puntos de inflexión inexistentes, y que saben a rabia e impotencia, pero sobre todo, a angustia y decepción con el riesgo de una disrupción social.
Se está llegando el día en que a la crisis derivada de las ambiciones y ansias por el poder político y económico a través de cualquier medio, el crimen incluido por supuesto, pasemos a una crisis económica y social –la sanitaria ya nos rebasó- que haga víctimas a millones de mexicanos, desesperados por la sobrevivencia cotidiana en un país como el nuestro donde la mayoría de la población económicamente activa se gana el pan diario en el ámbito de la informalidad, convertida hoy en la arena donde se reta a la muerte ante la ausencia de otra alternativa.
La mayoría de mexicanos enfrenta por estos días, luego de un confinamiento que comenzó tarde, mal y se ha prolongado demasiado, la disyuntiva crítica de elegir entre la muerte por un bicho invisible, pero real, o la extinción por las puñaladas que da el hambre, tan real y concreta, pero con la ventaja en este último caso de que la batalla es directa e inmediata y al margen de un gobierno reacio y reumático para trazar al menos una ruta confiable y esperanzadora.
Lo ocurrido el último fin de semana en el municipio sonorense de Caborca también resulta escalofriante. Cientos de residentes alertaron la víspera de la presencia de ¡100! –sí, cien- vehículos repletos de gente armada que abrió fuego y activó incendios.
Autoridades confirmaron que el sábado fueron hallados al menos 12 cadáveres en la carretera interestatal Caborca-Sonoyta.
Guanajuato también aportó su cuota de terror. El Secretario de Seguridad Pública del Estado, Alvar Cabeza de Vaca, dijo –según informes de prensa- que el apoyo conjunto de agentes locales, de la Fiscalía General del Estado y de la Secretaría de la Defensa Nacional, condujo al arresto de 26 presuntos miembros del Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL), cuyo líder lanzó mensajes, advertencias y amenazas en redes tras la detención de varios de sus familiares directos a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional, confirmada por la propia dependencia.
Diversos reportes también dijeron que en Celaya los agresores tomaron por asalto la ciudad para quemar vehículos con el objetivo de bloquear avenidas y carreteras, además de prender fuego a diversos negocios locales. También intentaron incendiar una gasolinera.
Más de 30 reportes de ataques fueron atendidos por las autoridades dentro de la región Laja-Bajío y otros municipios del sur del estado, entre ellos Salvatierra, San Luis de la Paz y San José Iturbide.
Y en Jalisco, el Fiscal general del Estado, Gerardo Octavio Solís, confirmó el hallazgo de por lo menos 75 bolsas plásticas con restos humanos abandonados en fosas clandestinas de La Huiguera Barrio, Zapopan y Santa Anita, Tlaquepaque.
Esto es sólo una estampa de la violencia que nos flagela como país. Escalofriante, insisto. ¿Qué futuro nos aguarda? ¿Lo imaginamos, lo soñamos o le damos la espalda?
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@RobertoCienfue1