Después de más de 900 días de huelga en Notimex, la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, en la que ha ocurrido prácticamente de todo

-despidos, violaciones al contrato colectivo de trabajo, injusticias, irrespeto a derechos humanos, contrataciones ilegales y hasta muertes-, el titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, y la secretaria general del Sindicato Único de Trabajadores de Notimex, Adriana Urrea, se sentaron ayer jueves frente a frente para ¿qué cree? Dialogar sobre el conflicto, el más prolongado en ese medio público de comunicación en su historia de más de 50 años.

Qué bueno, cabe decir sobre la reanudación del diálogo, que se rompió desde el 2021. Éste siguió a la instrucción presidencial para que el secretario López Hernández se sentara a escuchar a la representante sindical. Lo hizo, claro.

No obstante, nada prácticamente se avanzó en la resolución de la huelga. Bueno, ni siquiera se agendó una nueva ronda de conversaciones, tampoco se convino en un cronograma preciso. Esto hace pensar que Urrea desaprovechó el encuentro, el cual se habría sellado como un fiasco más. 

Es claro que un encuentro de este tipo no debió nunca registrarse sin una agenda precisa, y tampoco debió terminar sin un cronograma específico para avanzar hacia la solución de una parálisis que se está haciendo vieja.  Son decenas de trabajadores afectados por una huelga, que inició sin una estrategia clara, cuya extensión quizá nunca se ponderó y cuyos costos para los agremiados tampoco se midieron. Mucho menos hubo una preparación para iniciar un movimiento que, si bien está de sobra justificado, debió evaluarse en forma adecuada, con una hoja de ruta precisa y con escenarios potenciales múltiples de respuesta. De haberlo hecho de esta forma es altamente probable que ya se habría levantado la huelga. Novecientos días, sobra decirlo, son demasiados, al menos los suficientes para asumir incluso que el conflicto pudiera tornarse ya irrelevante de cara al virtual desmantelamiento de este medio, que durante más de cinco décadas fue en algún grado al menos un escaparate noticioso. Importante dentro y fuera de México, y que hoy está prácticamente destruido, sin que muy desafortunadamente el gobierno de este país lo haya evitado hasta ahora por razones y/o motivos que se desconocen.   

El gobierno de López Obrador, que prometió desde sus inicios el respeto a los derechos de los trabajadores sindicalizados, ha incumplido este compromiso conforme deja ver el conflicto sindical de Notimex, al que se le vienen dando largas y más largas, tantas como un presupuesto anual cuyo destino no está suficientemente claro.

Más allá del café que tal vez disfrutaron López Hernández y Urrea durante su encuentro, de éste debió haber salido un compromiso firme, sólido y definitivo para el levantamiento de una huelga que ha causado mucho daño entre los sindicalizados y sus familias, pero también ha impactado la capacidad de resolución de un gobierno que se reivindica como uno progresista y aliado de los más débiles, en este caso los trabajadores de Notimex.

Un diálogo sin respuesta ni compromiso es algo inútil, más todavía cuando éste se registra luego de casi 30 meses de huelga. 

Al menos debió alcanzar, por ejemplo, un acuerdo para que la Junta de Gobierno de Notimex, la máxima instancia decisoria de ese organismo, y en la que se integran las secretarías de Educación, Gobernación, Relaciones Exteriores, Función Pública y Hacienda, más representantes del Instituto Nacional Electoral, del Consejo Editorial, del Órgano Interno de Control, del Sutnotimex, el o la titular de la Agencia y el director administrativo, se concretara. Pero nada, simplemente nada.

La pregunta que subsiste es: ¿diálogo para qué? ¿Para nada, acaso? Esa no debería ser la respuesta.

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1