20130417-sonaja

El legado material e inmaterial que encierran las sonajas y maracas elaboradas por los indígenas del noroeste de México para acompañar todo tipo de cantos, ya sean rituales, funerarios o festivos es recogido en una muestra fotográfica en el Museo Histórico Regional de Ensenada, Baja California.

Titulada Semillas sonoras: bules y sonajas. Noroeste de México, la exposición que permanecerá en exhibición hasta mayo, es organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali).

Conformada por 20 fotografías de la autoría de Nahín Cortés, que registran parte de la colección de bules, sonajas y maracas indígenas de la colección etnográfica del Museo Nacional de Antropología (MNA), la muestra incluye grabaciones de música de los pueblos de la región Noroeste de México, además de un par de piezas elaboradas con bules “para que los visitantes puedan oír y tocar estos instrumentos”.

Daniela Leyva, encargada de la curaduría de la muestra, informó que durante el periodo de exhibición se proyectará el cortometraje titulado Jalmá, que quiere decir “bule” en la lengua kumiai, realizado por el joven cineasta Fernando de la Rosa, que documenta la elaboración de una sonaja y cómo es utilizada por los indígenas de BC.

La especialista del INAH destacó que, debido al éxito de la exposición Yumanos, montada en el Centro Cultural Tijuana, se pensó hacer una muestra que reuniera alguna expresión característica de estos pueblos originarios del noroeste, como los seris, rarámuris, yaquis y yumanos.

El Inali, con base en el II Conteo de Población y Vivienda (INEGI, 2005), refiere que la población de 5 años y más hablante de alguna lengua indígena por agrupación lingüística de la familia cochimí-yumana asciende a 633 individuos, cucapá (108), kiliwa (36), kumiai (290) y paipai / ku´ahl (199), más del 97% hablan español.

A decir de José Luis Moctezuma, investigador del Instituto INAH, a pesar de que los más recientes censos de población, el estudio antropológico indica que sólo 203 personas se comunican de manera cotidiana en alguno de los idiomas de esta familia lingüística: 75 cucapá, 63 kumiai, 60 paipai y 5 kiliwas, que habitan en 14 comunidades ubicadas en Ensenada, Mexicali, Tecate y Playas de Rosarito.

Sonajas, expresión de identidad

“La identidad de los grupos del Noroeste se expresa a través de las festividades religiosas, los ritos de duelo, celebraciones y rituales, las cuales por lo general son acompañadas por danza, cantos y el sonido que producen las sonajas elaboradas con materiales orgánicos, como los bules o

–guajes-, y algunas de hojalata, pues les gusta mucho el sonido que produce este material metálico”, abundó Daniela Leyva.

La lingüista explicó que la característica del bule o sonaja radica en ser un contenedor cerrado que porta en su interior semillas, piedras u otros objetos que al agitarse generarán un tono musical que forma la base armónica de los cantos. “Se usan distintos materiales para elaborarlos; en otros tiempos se hacían con partes de animales, como el caparazón de tortuga o las pezuñas de venado, en la actualidad se usan los frutos de las plantas del bule o guaje, pero también se han hecho de metal o de madera, y para el interior se usan distintas semillas del desierto o piedras”.

“El sonido que emana del bule y el canto, añadió, forman un solo tono musical que cumple funciones de diversa índole, se entona acompañado de la sonaja para propiciar la curación de personas y objetos, o bien, para celebrar o ritualizar un hecho social de interés comunitario, también para ayudar el ‘paso de los muertos a la otra vida’”.

Además, dichos cantos tienen diversos significados. En ocasiones aluden al territorio, a pasajes de la historia, a personajes de la misma, o bien, se realizan para motivar al baile. De tal manera que bule, voz y movimientos corporales cumplen la función ritual de conmemoración o pesadumbre en el hecho ritual.

En la exposición se exhiben fotografías de una sonaja yaqui, elaborada con un calabazo, atravesado por un palo, decorado en color azul con una franja roja en la parte inferior, y estrellas rojas en la parte media. También de una sonaja seri, elaborada con una lata de leche evaporada y piedras en su interior.

Sonaja, instrumento musical identitario

El legado material e inmaterial que encierran las sonajas y maracas elaboradas por los indígenas del noroeste de México para acompañar todo tipo de cantos, ya sean rituales, funerarios o festivos es recogido en una muestra fotográfica en el Museo Histórico Regional de Ensenada, Baja California.

Titulada Semillas sonoras: bules y sonajas. Noroeste de México, la exposición que permanecerá en exhibición hasta mayo, es organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali).

Conformada por 20 fotografías de la autoría de Nahín Cortés, que registran parte de la colección de bules, sonajas y maracas indígenas de la colección etnográfica del Museo Nacional de Antropología (MNA), la muestra incluye grabaciones de música de los pueblos de la región Noroeste de México, además de un par de piezas elaboradas con bules “para que los visitantes puedan oír y tocar estos instrumentos”.

Daniela Leyva, encargada de la curaduría de la muestra, informó que durante el periodo de exhibición se proyectará el cortometraje titulado Jalmá, que quiere decir “bule” en la lengua kumiai, realizado por el joven cineasta Fernando de la Rosa, que documenta la elaboración de una sonaja y cómo es utilizada por los indígenas de BC.

La especialista del INAH destacó que, debido al éxito de la exposición Yumanos, montada en el Centro Cultural Tijuana, se pensó hacer una muestra que reuniera alguna expresión característica de estos pueblos originarios del noroeste, como los seris, rarámuris, yaquis y yumanos.

El Inali, con base en el II Conteo de Población y Vivienda (INEGI, 2005), refiere que la población de 5 años y más hablante de alguna lengua indígena por agrupación lingüística de la familia cochimí-yumana asciende a 633 individuos, cucapá (108), kiliwa (36), kumiai (290) y paipai / ku´ahl (199), más del 97% hablan español.

A decir de José Luis Moctezuma, investigador del Instituto INAH, a pesar de que los más recientes censos de población, el estudio antropológico indica que sólo 203 personas se comunican de manera cotidiana en alguno de los idiomas de esta familia lingüística: 75 cucapá, 63 kumiai, 60 paipai y 5 kiliwas, que habitan en 14 comunidades ubicadas en Ensenada, Mexicali, Tecate y Playas de Rosarito.

Sonajas, expresión de identidad

“La identidad de los grupos del Noroeste se expresa a través de las festividades religiosas, los ritos de duelo, celebraciones y rituales, las cuales por lo general son acompañadas por danza, cantos y el sonido que producen las sonajas elaboradas con materiales orgánicos, como los bules o

–guajes-, y algunas de hojalata, pues les gusta mucho el sonido que produce este material metálico”, abundó Daniela Leyva.

La lingüista explicó que la característica del bule o sonaja radica en ser un contenedor cerrado que porta en su interior semillas, piedras u otros objetos que al agitarse generarán un tono musical que forma la base armónica de los cantos. “Se usan distintos materiales para elaborarlos; en otros tiempos se hacían con partes de animales, como el caparazón de tortuga o las pezuñas de venado, en la actualidad se usan los frutos de las plantas del bule o guaje, pero también se han hecho de metal o de madera, y para el interior se usan distintas semillas del desierto o piedras”.

“El sonido que emana del bule y el canto, añadió, forman un solo tono musical que cumple funciones de diversa índole, se entona acompañado de la sonaja para propiciar la curación de personas y objetos, o bien, para celebrar o ritualizar un hecho social de interés comunitario, también para ayudar el ‘paso de los muertos a la otra vida’”.

Además, dichos cantos tienen diversos significados. En ocasiones aluden al territorio, a pasajes de la historia, a personajes de la misma, o bien, se realizan para motivar al baile. De tal manera que bule, voz y movimientos corporales cumplen la función ritual de conmemoración o pesadumbre en el hecho ritual.

En la exposición se exhiben fotografías de una sonaja yaqui, elaborada con un calabazo, atravesado por un palo, decorado en color azul con una franja roja en la parte inferior, y estrellas rojas en la parte media. También de una sonaja seri, elaborada con una lata de leche evaporada y piedras en su interior.

Otro ejemplo, es la imagen de la sonaja del grupo guarijío (etnia que habita en la Sierra Madre Occidental) fue construida con un calabazo de forma semiesférica de color natural, perforado en uno de los extremos con un palo —tallado de forma burda— que le sirve de mango. Además de la fotografía de una sonaja hexagonal, formada por seis piezas pegadas con resina, en la parte superior e inferior lleva rodajas de bule perforadas por el centro, por donde pasa el mango hecho de madera de encino; toda la pieza es de color natural con algunas decoraciones en rojo.

Otro ejemplo, es la imagen de la sonaja del grupo guarijío (etnia que habita en la Sierra Madre Occidental) fue construida con un calabazo de forma semiesférica de color natural, perforado en uno de los extremos con un palo —tallado de forma burda— que le sirve de mango. Además de la fotografía de una sonaja hexagonal, formada por seis piezas pegadas con resina, en la parte superior e inferior lleva rodajas de bule perforadas por el centro, por donde pasa el mango hecho de madera de encino; toda la pieza es de color natural con algunas decoraciones en rojo.