México, 7 de noviembre de 2025 ::: Somatizar supone reflejar el malestar emocional en nuestro cuerpo a través de síntomas como dolor de estómago, tensión muscular o taquicardia, sin que haya una enfermedad física de origen. La somatización puntual, como respuesta al estrés o a la ansiedad, es un proceso normal del ser humano. Sin embargo, si el problema perdura en el tiempo, se convierte en una enfermedad mental: el trastorno por síntomas somáticos.

 Urgencia para ir al baño ante una entrevista de trabajo, dolor de estómago si nos presentamos a un examen o tensión muscular durante una crisis de pareja son ejemplos de somatizaciones temporales ligadas a situaciones concretas.
“Todos afrontamos problemas o situaciones en la vida que nos hacen activar una respuesta al estrés que conlleva síntomas físicos reactivos, desde alteraciones del sueño, dolores de cabeza, gastrointestinales, sexuales…Es muy frecuente que todos en algún momento tengamos esos síntomas” al sentir miedo o percibir una amenaza, explica a EFE Salud la psiquiatra Virginia Soria, vocal del Comité Ejecutivo de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).
Pero cuando esos signos corporales inespecíficos «ya tienen una cierta persistencia, más de seis meses, y afectan realmente a la calidad de vida y al funcionalidad de la persona” es cuando puede haber un trastorno mental de somatización, indica la también directora del Servicio de Psiquiatría para Adultos del Consorcio Sanitario Parc Taulí de Sabadell (Barcelona).
Y detrás de este trastorno de síntomas somáticos pueden esconderse diferentes causas, según la psiquiatra: “Algunas tienen que ver con la propia persona, más constitucionales, y otras tienen que ver más con factores del entorno y, en este sentido, el estrés crónico juega un papel muy importante”.
Ese estrés mantenido, el llamado distrés, generado por altos niveles de cortisol, aumenta la frecuencia cardíaca y afecta a procesos metabólicos, algo que hay que vigilar para que no derive a la larga en cardiopatías, accidentes cerebrovasculares o demencias.

::: Enfermedades psicosomáticas y trastorno de somatización, la diferencia

En relación con la somatización se emplean distintos términos, como enfermedades psicosomáticas, trastorno por somatización e, incluso, hipocondría, pero no todos significan lo mismo.
La psicóloga Eva Baillès, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Vall d’ Hebron de Barcelona, matiza que las enfermedades psicosomáticas son aquellas que tienen un origen físico, por ejemplo, la psoriasis o una úlcera, y que pueden empeorar al somatizar problemas emocionales o psicológicos que conllevan estrés crónico.
Por su parte, el trastorno de somatización o síntomas somáticos es una enfermedad mental. La persona refleja “síntomas que no tienen una explicación médica, pero que generan un sufrimiento y un malestar muy intenso”, señala la especialista.
El perfil responde a una persona que se preocupa excesivamente, que tiene ansiedad e invierte mucho tiempo en buscar explicaciones a sus síntomas, a buscar un tratamiento, a pedir pruebas médicas…y que suele rechazar que se trata de un problema psicológico y “va de un médico a otro”, algo que afecta a su día a día y acaba en baja laboral o en permisos para ir a distintas consultas.
Eva Baillès precisa que somatizar intensamente es propio de un individuo que tiene mayor propensión a angustiarse y a vivir con estrés permanente, que suele tener asociados otros trastornos como ansiedad o depresión. También puede ser habitual que esté pasando una situación personal problemática, como no tener trabajo o dificultades económicas, que lo empeore.
Para la psiquiatra Virginia Soria, el trastorno de síntomas somáticos, que no es muy frecuente, suele aparecer más en personas jóvenes, especialmente mujeres, “con mayor dificultad de expresión asertiva o de afrontamiento de situaciones negativas”.
Eva Baillès corrobora que el diagnóstico más frecuente es en población femenina entre 30 y 50 años: “Una de las explicaciones es que las mujeres consultan más y tienen más tendencia a referir síntomas físicos”.

::: Hipocondría, ansiedad por la enfermedad

Dentro de este grupo de pacientes tendentes a somatizar hay que diferenciar a los que padecen hipocondría, ahora denominado trastorno de ansiedad por la salud.
Los afectados por hipocondría viven con preocupación intensa y constante la posibilidad de tener una enfermedad grave.
A diferencia de la somatización, en la hipocondría los síntomas físicos pueden ser mínimos o inexistentes, pero la persona interpreta cualquier signo corporal como un indicio de una enfermedad seria.
“Una persona que tiene un trastorno por somatización seguro que también va a tener ansiedad por la salud, está clarísimo. Pero no todos los que tienen ansiedad por la salud tienen un trastorno por somatización”, aclara la psicóloga del hospital Vall d’Hebron.
El paciente con ansiedad por la salud o hipocondría “hace una mala interpretación de síntomas benignos y tiene miedo a que representen una enfermedad, generalmente grave, pero los síntomas son muy leves. Por ejemplo, tener una manchita en la piel y creer que es cáncer”, precisa.

::: Los niños también tienden a somatizar

“Me duele la tripita”, es una expresión típica de los más pequeños cuando no quieren ir al colegio y esto puede significar que puedan somatizar algunos síntomas ante cualquier malestar emocional que sientan.
“Están descritos inicios en la infancia y en la adolescencia y puede tener que ver con el sistema de apego y de relación con los progenitores y la importancia qué se les dé a estos síntomas una vez que se han estudiado y se ha descartado que no haya un problema físico detrás. Son relativamente frecuentes, los pediatras son muy conocedores de esto”, explica la psiquiatra Virginia Soria.

::: Tratamiento psiquiátrico y psicológico

Los primeros especialistas que pueden detectar un posible trastorno de síntomas somáticos son los médicos de Atención Primaria que derivan al paciente a los hospitales donde psiquiatras y psicólogos clínicos realizan el diagnóstico clínico tras la evaluación del paciente.
“El abordaje psicológico suele ser un puntal y también hay casos que necesitan tratamientos psicofarmacológicos, como ansiolíticos a corto plazo e incluso determinados antidepresivos”, explica la psiquiatra de la SEPSM.
Eva Baillès destaca la importancia de “psicoeducar” al paciente para hacerle entender que “aunque haya algún síntoma y un malestar, el problema es cómo lo vive él”.
Una vez que el afectado entiende su problema, se emplea, generalmente, terapia cognitivo-conductual que ayude a desviar la atención hacia otras cosas que no sean los síntomas, que le ayude a controlar la ansiedad y facilite explicaciones más benignas sobre esos síntomas”, precisa la psicóloga de la Sección de Interconsulta y Psiquiatría de Enlace del Servicio de Psquiatría del Hospital Vall d’Hebrón.
Aunque el trastorno de síntomas somáticos es poco frecuente, la experta considera que ha podido aumentar la incidencia como ha ocurrido en otras enfermedades mentales y advierte de que se trata de una alteración que puede pasar desapercibida o confundirse con otra, concluye.