SALUD 

Cuando se piensa en una familia y en el cuidado de los pequeños recién nacidos, normalmente nos remitimos a la imagen de una madre con su bebé en brazos, sin embargo, en no pocos casos, no es la madre quien se ocupa de estos cuidados, ¿qué ocurre entonces? ¿Ese bebé tendrá alguna desventaja con respecto a otros niños cuya madre sí se ha ocupado de su crianza? La respuesta es no, porque la maternidad y paternidad humanas no son biológicas sino simbólicas, indica Lourdes Sanz Moguel, psicoanalista y psicoterapeuta.

Desde la perspectiva del psicoanálisis, son padre o madre quienes ejercen las funciones maternas o paternas, precisamente por ejercerlas. Las personas que llevan a cabo la concepción, gestación y parto, si bien dejan una herencia orgánica en la criatura, no por esa razón tienen injerencia en la paternidad o maternidad que hacen de ese bebé un sujeto.

Más aún, desde el punto de vista del pequeño, éste no tiene consciencia de quiénes son sus padres biológicos, no sabe quién le ha gestado o parido, ignora si es su madre quien le amamanta o se trata de alguien más que le abraza y le ofrece un biberón para alimentarle, explica la doctora.

FUNCIÓN MATERNA

El maternaje no depende del género de la persona que lo ejerce o la relación biológica que tenga con el bebé. El maternaje se constituye por una serie de acciones, atenciones, cuidados, palabras expresadas al chico, que le permiten constituirse como sujeto, como “yo”, explica la también maestra en Psicoterapia Psicoanalítica en la Universidad Intercontinental.

En psicoanálisis llamamos función materna a esta dimensión de los cuidados que requiere el recién nacido para convertirse en persona. El ejercicio de la función materna está íntimamente vinculado con los cuidados físicos que requiere el bebé recién nacido, pero implica algo más, la presencia amorosa de quien ejerce esta función de cuidados primarios, así como su propio deseo, presente en su vinculación con el chiquillo.

La persona que ejerce la función materna inicia por proveer alimento y confort al recién nacido, acompañado de atención, palabras, caricias. Cuando el bebé llora y es atendido, se le revela que su llanto es un llamado a alguien más. Cuando el pequeño se siente abrazado y alimentado, satisface su malestar (hambre) y a la vez recibe cariño. Cuando el adulto baña o asea al bebé, marca su piel haciéndole saber cuál es el límite de su cuerpo.

Con el habla y el cariño que la persona adulta provee al bebé le permite ir unificando su persona y su cuerpo en un “yo” naciente. En todas estas acciones, el pequeño recibe cariño y siente seguridad. Poco a poco el chico empieza a adquirir consciencia de que quien le atiende es una persona diferente de él/ella misma y que se presenta y se ausenta.

La aparición y desaparición de quien ejerce la función materna permiten al chico captar su individualidad, lo que soy yo y lo que no soy yo, lo interno y lo externo.

INTRODUCCIÓN AL LENGUAJE

Una de las acciones más importantes de la función materna es la introducción al lenguaje.

Cuando hablamos de lenguaje, si bien nos referimos a las palabras como componente fundamental, también estamos incluyendo todo tipo de expresiones no verbales, gestos, acciones, sonidos, etc.

Es a través del lenguaje la forma privilegiada en cómo el ser humano se vincula consigo mismo, adquiriendo conciencia de sí y su identidad; con los demás, construyendo relaciones y vinculaciones y con el mundo que le rodea, percibiéndolo, explicándolo, comprendiéndolo, aprehendiéndolo.

El lenguaje es el vehículo a través del cual el niño adquiere consciencia de sí y de todo y todos los demás.

EL OTRO OMNIPOTENTE

Una vez que el bebé se percata de que su madre o quien ejerce la función materna es una persona distinta de él, lo concibe como un Otro Omnipotente. Es decir, el pequeñín sabe que si algo le produce molestia, esa persona vendrá y le aliviará de esa molestia, y le proveerá satisfacción, más aún, acompañará esa acción con cariño que le hará sentir amado.

En este sentido, conforme el bebé va dándose cuenta de esta situación empieza a temer el perder a esa persona Otro Omnipotente, y quedar desamparado.

El pequeño entonces aprenderá formas de atraer la atención y presencia de su madre, para asegurarse de no perderla. Aprenderá qué le agrada y qué le desagrada y buscará la manera de tenerla presente junto a él o ella, el mayor tiempo posible.

EL DESEO DE LA MADRE

Algo fundamental en el desarrollo psíquico del pequeño es el hecho de que la madre, o persona que ejerce la función materna, no esté disponible todo el tiempo para atender al bebé ni tampoco todas las veces que el chico trate de llamar su atención.

De acuerdo con la catedrática de posgrado en el Instituto Superior de Neurociencias, Psicoanálisis y Salud Mental, la “ausencia-presencia” de la madre permite, en primera instancia, que el bebé se percate de su individualidad, como explicamos. En un segundo momento, esta ausencia, enseña al bebé que su madre presta atención a otras cosas, tiene otros intereses, ama también a otras personas.

El interés de su madre en otras cosas y sobre todo, la admiración, amor y respeto que ella muestra al padre del bebé (o quien ejerce la función paterna), permite al pequeño visualizar que mamá no es en realidad una totalidad, no es omnipotente, el mundo y la vida no inician y concluyen en mamá… hay algo más, hay alguien más.

La madre interesada en alguien o algo más, es una madre deseante, y el pequeño aprende del desear de su madre. Aprende, decíamos, que hay otros que también le aman y le cuidan. Aprende que hay posibilidades distintas.

Aprende que mamá también siente, anhela, desea. Aprende a reconocer que él también tiene carencias y faltas, que a partir de estas puede formular sus propios deseos y dirigirse hacia sus propias metas.

Es fundamental que quien ejerce la función materna abra frente al chico el mundo de posibilidades, que dé entrada a papá, a los demás, a la posibilidad del deseo. Que permita que el bebé corrobore que el mundo no inicia y concluye con su madre.

Es en este momento, cuando aparece ese alguien que capta la atención y deseo de mamá, cuando el pequeño consolida la posibilidad de ser él mismo, sujeto hablante, pensante, deseante, distinto de mamá.