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TANHUATO.- "Iba a hacer la leña cuando oí la balacera. Nomás escuché 'tac tac tac'! Una cosa horrible", cuenta un campesino del oeste de México, cuyo miedo a estar en los sembradíos se incrementó tras un sangriento enfrentamiento que dejó 42 presuntos delincuentes y un policía muertos.

Rodolfo Chagoya cultiva maíz en una parcela cercana a El Sol, un aislado rancho del municipio de Tanhuato, en los límites entre Michoacán y Jalisco, que el viernes se convirtió en el epicentro de una de las jornadas más mortíferas de la guerra contra el narco que vive México desde 2006.

Explosiones de vehículos incendiados y detonaciones de fusiles de alto poder retumbaron, junto con las hélices de un helicóptero policial, en ese predio ubicado entre sembradíos y al ras de la autopista que conduce hasta la capital mexicana.

Durante años, la violencia del narcotráfico ha asolado esta región, y aunque son frecuentes los enfrentamientos armados, asesinatos de políticos y hallazgos de fosas clandestinas, sus habitantes quedaron impactados con el brutal enfrentamiento del viernes.

"Nunca vi una cosa así", dice un anciano de Tanhuato, uno de los pocos habitantes que salió a las calles del pueblo tras el operativo en el rancho El Sol.

En la plaza principal del vecino Ecuandureo, el campesino Rodolfo Chagoya asegura que los habitantes quedaron muy atemorizados.

"Uno no está acostumbrado a esas cosas", expresa bajo su sombrero de paja, mientras escucha a un amigo quejarse de que no pudo vender sus productos porque la gente se quedó en casa.

Aunque Chagoya nunca se ha topado frente a frente con narcotraficantes armados, asegura que siempre pasan maleantes" por las brechas de los campos.


Corredor del narcotráfico

Tanhuato y Ecuandureo están en la frontera entre los estados de Michoacán y Jalisco, una zona que algunos llaman el "corredor oeste de las drogas" pues sus montañas agrestes son ideales para esconder laboratorios de drogas sintéticas, que serán enviadas hacia Estados Unidos al igual que la cocaína y la marihuana.

En esta franja, que incluye a los municipios Vista Hermosa, Zamora y Yurécuaro, "hay muchos desaparecidos y muertos. Tierra de nadie, pues", dice el anciano de Tanhuato, que prefiere no dar su nombre.

Diversos cárteles, que protagonizan cruentas disputas y a menudo tejen nexos con las autoridades locales, se han disputado la hegemonía en esta región. Desde el poderoso cártel de Sinaloa, pasando por los sanguinarios Zetas y los pseudoreligiosos Caballeros Templarios y La Familia Michoacana.

Pero ahora, este corredor es considerado tierra del pujante cártel Jalisco Nueva Generación, liderado por Nemesio Oseguera "El Mencho", especializado en el tráfico de cocaína y metanfetaminas.

Esta organización, convertida en el enemigo número uno del gobierno, fue el blanco del operativo del viernes, luego que se le atribuyeran aparatosos ataques armados contra las fuerzas federales y los últimos brotes de violencia en la zona.

Tanhuato, de 15.000 habitantes, perdió en marzo del año pasado a su alcalde Gustavo Garibay, cuando un comando armado lo asesinó. Ese mismo año, el secretario general del ayuntamiento sufrió la misma suerte.

Del otro lado de la frontera, en Jalisco, la población de La Barca quedó conmocionada en 2013 con el hallazgo de fosas clandestinas de las que se extrajeron 64 cuerpos, muchos de ellos con huellas de tortura.

Y en un ambiente preelectoral especialmente violento de cara a los comicios locales del próximo 7 de junio, la ciudad de Yurécuaro, Michoacán copó la atención de la prensa con el homicidio de Enrique Hernández, candidato izquierdista a la alcaldía, el pasado 14 de mayo.

"Pueblo chico, infierno grande"

Cabe recordar que en sus recientes demostraciones de poder, que incluyen emboscadas que dejaron 20 policías muertos y el derribo de un helicóptero del ejército con un lanzacohetes, el cártel Jalisco Nueva Generación mantiene a los pobladores del oeste de México bajo un opresivo mutismo y temor.

En Tanhuato, por ejemplo, hay quienes aseguran que no escucharon el estrépito de las balas del viernes.

"Yo ni me enteré de eso, ya no salgo de mi casa", dijo escueta una señora que vende ropa en su vivienda y que cerró abruptamente su puerta por temor a ser vista con la prensa.

"Una de las partes más sagradas que tenemos es la iglesia y ni ahí se puede comentar nada sobre estas personas (narcos). Hay ojos y oídos por todas partes", susurró un vendedor de macetas, que dice vivir en un "pueblo chico, infierno grande".