Julio ¿regalado?

SINGLADURA

Julio se estrena con pésimas noticias para la mayor parte de los mexicanos sin que esto parezca importar a los gobernantes del país, empezando por el presidente Enrique Peña, que se empeña en negar lo evidente aunque sin éxito alguno, un hecho que socava por sí mismo la confianza en su gobierno y en su persona como cabeza del Ejecutivo Federal.

Y si poco o nada parece importar al primer mandatario del país, menos a sus colaboradores directos y  aún mucho menos a los funcionarios y representantes de menor escala en todo el país.

Peña no se cansa de afirmar que las cosas marchan mejor que bien en México. Presume a la menor provocación el éxito de su gestión económica, política y social. Su discurso deja casi nulo espacio a la crítica y la reflexión. Más bien todo marcha viento en popa. El país crece incluso por encima de otras economías similares, mantiene firmes sus fundamentales y promete una expansión vista pocas veces antes.

En lo social,  el diagnóstico presidencial se repite con acciones como el seguro popular, el combate al hambre y otras lindezas, entre ellas más empleo, que sería prolijo ennumerar, pero que ratifican el excelente rumbo del país, aun cuando haya resistencias al cambio como las que opone el magisterio disidente en varios puntos del país.

Y en lo político, ni hablar. La democracia funciona como un aceitado embolo que permite incluso la alternancia política en un clima de paz, tolerancia y creciente democracia.

Agregue a esto las excelentes relaciones de México con sus principales socios económicos, por supuesto, Estados Unidos y Canadá, al grado tal que éste último ya eliminó las visas para los mexicanos que deseen ingresar a territorio canadiense a partir de diciembre próximo. ¿Qué más se puede pedir?

Y sin embargo,  detrás de este diagnóstico presidencial se percibe un país dolorido, cada vez con mayor encono y con una fragilidad económica y aún institucional que espanta.

Además de los problemas persistentes del crimen organizado, la impunidad y el desasosiego social, la economía mexicana resiente ya una fragilidad extrema, agravada por la decisión británica de abandonar la Unión Europea.

En este mes de julio, nada regalado por cierto, el Banco Central ya nos asestó un duro golpe con su decisión de elevar las tasas de interés medio punto para ubicarse en 4.25, lo que pone al país al borde de una recesión con inflación.

Añada que las exportaciones mexicanas al mercado estadounidense cayeron un 5% en el primer trimestre de año y se prevé que la situación sea peor en los próximos meses y afecte sobre todo al sector manufacturero.

El Brexit ya provocó un nuevo ajuste a las finanzas públicas anunciado apenas un día después de que triunfara el "leave" y en apenas dos jornadas provocó la caída de más del 5% en el precio de la moneda mexicana frente al dólar, que el martes alcanzó un nuevo máximo histórico, aunque se tomó un respiro luego.

Existe además  la expectativa de que la devaluación sea todavía mayor y de que el déficit de la cuenta corriente supere al de la crisis de 1995, cuando quebró el sistema bancario y se suscitó el "Efecto Tequila" en los mercados mundiales.

 La "persistente" devaluación del peso roza el 40% en año y medio.

Además, la mayoría de los analistas recortaron ya el pronóstico de crecimiento económico para México este año de 2,5 a 1,9%, que contrasta con las previsiones gubernamentales de inicio del año (entre 2,6 y 3,6%).
Otros pronóstico prevén para los siguientes dos años crecimientos económicos bajos en México sin incluir "otros retos financieros y fiscales".

Y por si fuera poco lo anterior, a partri de este viernes se pagará más por las gasolinas de mala calidad que se consumen en este país.

¿Seguimos? ¿O nos quedamos en el mundo de Peña?

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