Sin razón

SINGLADURA

A ver. Me parece que poco o más bien nada importa que se diga que el crimen
desbordado en el país, con cifras horrendas, inimaginables y aterradoras, son fruto de tal o cual situación. Si derivan de una situación heredada, tampoco importa. Eso no impide que se siga matando a mexicanos, muchos de ellos supongo que inocentes, como la masacre más reciente en Minatitlán, Veracruz. Si fue el fruto del “cochinero” que heredó el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no quita gravedad al hecho de una masacre que cobró la vida de un bebé, entre otras trece personas.
¿Resuelve algo la polémica? ¿Resuelve algo lavarse las manos? ¿Resuelve algo que sea el fruto podrido de los gobiernos neoliberales? 
A ver. Vaya quien sea, funcionario municipal, estatal o federal, el mismísimo presidente López Obrador, a visitar a los deudos de las víctimas para decirles que sus parientes están muertos por culpa de los gobiernos podridos que hubo en México hasta diciembre de 2018. ¿Será el consuelo que esperan, que merecen los deudos? Una explicación o diagnóstico de este talante, ¿habría de devolverles la vida a sus muertos? Por tanto, pregunto: ¿sirve de algo a las víctimas y sus deudos que se culpe o se expliquen los motivos de por qué están muertos sus familiares, hijos, hermanos, padres u lo que hayan sido? Nunca debieron ser ultimados de la forma en que lo fueron. Se supone que vivimos en un país con autoridades empeñadas en respetar, hacer cumplir y preservar el estado de derecho. ¿O no? Minatitlán y muchos puntos geográficos del país parecen ínsulas del crimen.
De otro lado, sirve, es útil y necesario que se culpe al gobierno de la Cuarta Transformación de la escalada violenta que flagela al país, con índices criminales superiores a iguales periodos comparativos del pasado? ¿Sirve que se pida incluso la renuncia del presidente López Obrador ante la ola criminal? ¿Qué se ganaría en la hipótesis negada con la renuncia de López Obrador? 
El país está desangrándose y parece que lo único que atinamos a hacer los mexicanos es echar culpas al gobierno de ahora o los de antes. Pero no hemos alzado la voz para repudiar a los criminales directos, a los responsables de estos baños de sangre que se repiten cada día en todo México. Buscamos culpables por todos lados, con excepción de los autores directos y pensamos desde ahora que la Guardia Nacional, mal parida pues, podrá acallar el estruendo de las armas, o en su defecto, pronosticamos de una vez el fracaso de la nueva fuerza policiaco-militar.
Nos la pasamos en un juego ya cansón de opiniones a favor y en contra de lo que hace o deja de hacer el gobierno en turno. Los bandos están a la vista todos los días. Unos aplauden a rabiar, incluso estupideces, otros repudian absolutamente todo, incluso medidas acertadas. 
Es tiempo ya, me parece, de entender que el país es uno solo y que nadie se salvará solo, ni podrá solo o con una parte de sus aliados resolver el flagelo criminal, que nos afecta a todos, eso sí es seguro, y sobradamente claro. ¿Somos un país, queremos asumirnos como un país, o preferimos constituirnos en pedazos de un país? Estamos avanzando en esto último.
Por supuesto, es crítico que el presidente López Obrador deje desde su púlpito mañanero de endosar facturas a granel. Si quiere avanzar tendrá que convencer y unir al país. Es el trabajo de un líder. De otra forma, en algún momento de su mandato, tendrá demasiados adversarios, muchos más que sus 30 millones de votos y eso, se los digo, no conviene a nadie, ni siquiera a aquellos que se proclamen vencedores. Nadie vencerá nunca sobre los cadáveres de otros, y menos, infinitamente menos, si suman demasiados.
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