Desasosiego

Estamos hoy a cuatro días del inicio formal de las campañas políticas y de proselitismo de cara a las elecciones del

dos de junio próximo, unas en las que se elegirán unos 20 mil cargos públicos, y que serán cruciales para el país, pero conforme avanzamos hacia la siguiente etapa del proceso, las cosas se están poniendo cada vez más tensas en México, con un presidente - lamento decirlo- que anda con el sable desenvainado.

 Aunque su persistente combate contra molinos de viento ha hecho que muchos mexicanos ya estemos en cierto grado habituados a sus embates, verbales por supuesto, no deja de sorprendernos que el presidente atice en cualquier momento y por supuesto desde su atril principalísimo de las matutinas, el conflicto, la diatriba y todo aquello que siente atentatorio de su investidura y por supuesto de la Cuarta Transformación. Es cierto, debe defenderse, pero hay maneras por aquello de que en política la forma es fondo, y él es un político total.

Llama la atención que desde el domingo 18 de febrero, el día de la gran concentración ciudadana en defensa de la democracia y cuando muchos de los participantes, le endosaron la nada envidiable etiqueta de “narcopresidente”, un epíteto que extendieron a la candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, el presidente se ha puesto cada vez de peor humor. Se entiende, no es para menos. Pero como muy bien saben los políticos, el que tema al calor, pues que no se meta a la cocina.

Además, y anticipándose al reportaje que publicaría el reputado diario neoyorquino, fue el propio presidente López Obrador quien adelantó lo que venía cuando en la matutina del jueves 22 de febrero reveló que el rotativo llevaba a cabo una investigación sobre dinero del narcotráfico que habrían recibido sus hijos y colaboradores cercanos para la campaña presidencial de 2018, la misma que lo llevó a la Primera Magistratura del país. Fue -insisto- el propio presidente quien dio la primicia sobre este reportaje periodístico, cuya autora Natalie Kitroeff, solicitó información al respecto con base en una serie de preguntas, que sólo fueron contestadas de manera pública en el Salón de la Tesorería del Palacio Nacional, con el añadido indebido del número telefónico de la corresponsal.

Cierto o no, el reportaje cimbró el Palacio Nacional, encolerizó al presidente y sacudió al mundo político mexicano. Claro, cada quien quiso ver lo que a sus intereses convenía, obvio. De allí sobrevinieron todo tipo de reacciones, ya bastante conocidas, de uno y otro bando. ¿Argumentos? Se acomodaron de igual forma y con base en cada criterio o sesgo. ¿Pruebas? Aunque no hay crimen perfecto, bien sabemos que en este tipo de casos se hace todo cuanto esté al alcance para borrarlas o eliminarlas. Salvo en casos excepcionales de esta índole, se aportan evidencias contundentes, pero al final, es casi cosa común que cada quien crea lo que le acomoda o parece. Lamentable, claro, pero suele ocurrir esto.

También es cierto que quien acusa, señala, investiga y/o publica, está obligado a soportar señalamientos o acusación de esta envergadura con evidencia clara, contundente e inatacable. Dicen los abogados que en la duda es mejor abstenerse.

No merecen por supuesto el presidente de México, sea López Obrador o cualquier otra persona, que se le acuse sin fundamento. Es algo borrable y más en el caso de un diario tan influyente como el referido. Se agravia a un Jefe de Estado y al país mismo.

De igual forma es grave el escenario creado en México y en Estados Unidos, éste su principal socio y vecino. Es tiempo de pugna por el poder en uno y en otro país, no hay que olvidarlo.

Ningún país merece circunstancias semejantes ni muchas menos reacciones iracundas e insostenibles de uno y otro lado. Hay que segarse para gobernar sin furia. En eso nos va mucho. Hay tiempo para cada cosa.


@RoCienfuegos1