PROMOVER EL ESPÍRITU ARMÓNICO;  ES VIVIFICAR EL SER CON EL ESTAR

“Lo sustancial no son las rivalidades, sino la suma de pulsos sin bloqueos y la escucha sin tensión”.

Necesitamos reencontrarnos con nuestra propia historia de amor, hacer los pasos entre nosotros y contribuir a que el entusiasmo por lo sistémico forme parte de nuestro horizonte, siendo cada día más diligentes con el espíritu donante, creativos y perseverantes en la esperanza. Sin duda, no podemos quedarnos en el momento, somos seres en camino, en continua innovación tanto individual como en grupo, que inagotablemente nos llama a repensar las políticas ya recapacitar sobre los andares. Es tiempo, por consiguiente, de compartir sueños y realidades, de intercambiar un nuevo dinamismo y de hacer de la cultura un elemento central de los futuros planos de avance, conforme a una amplia interpretación en la que todos hemos de tener parte.

Nadie puede quedar excluido de este ánimo vivificante, que conlleva cambios, pero también respeto entre sí, con uno mismo y con los demás. En consecuencia, universalizar cultos y culturas es un buen hacer y un mejor obrar, creando comunión, unión y unidad. Una nueva humanidad reconciliada ha de ser nuestro programa de vida. No tiene sentido, pues, la globalización sino se fraterniza; para superar los conflictos en las familias, en la sociedad, en las relaciones entre las naciones. No olvidemos que somos un mapa diversificado de creaciones humanas; y, como cuentos, han de conocerse, reconocerse y quererse. Lo sustancial no son las rivalidades, sino la suma de pulsos sin bloqueos y la escucha sin tensión.

Indudablemente, para que la quietud gobierne los andares, hemos de movilizar los abrazos y acariciar con la mirada, respetando el espíritu cooperante en torno a un plan unificado. Cruzarse de brazos no es la ocasión, hace falta una voluntad de compromiso más allá de los frentes y de las fronteras, que nos llevarán a colaborar desinteresadamente, comenzando por nuestro propio círculo de vecinos. Permitamos que la proximidad, con sus responsables, no sea jamás motivo de pugna. Hay que rebajar presiones y elevar el soplo humanitario. Por desgracia, las hostilidades en muchas partes del planeta, continúan teniendo consecuencias devastadoras para la población, provocando persistentes acciones inhumanas, desplazamientos horrendos y destrucciones crueles. 

En efecto, uno tiene que estar siempre en el verbo y con el verso de las entretelas, asemejándose un auténtico poeta en guardia; sólo así mejoraremos la cercanía y optimizaremos el tino de relación con el timbre de la interdependencia. Sea como fuere, tenemos que renovarnos, la coyuntura nos exige otros abecedarios, muy distintos y muy distantes de los actuales, con marcado lenguaje utilitarista, lo que significa imponer como única regla la ley del más fuerte. Esta es una norma que nos deshumaniza por completo. Es por ello que pretendemos recuperar, ya no sólo todas las formas de vida de la tierra, también todos los fondos existenciales dañados que ayudarán a acabar con las enfermizas brechas desiguales, a combatir las achacosas atmósferas ya prevenir un declive masivo. 

Además, desde hace tiempo, nuestra propia tierra madre claramente nos pide que actuemos, comenzando por los sistemas agroalimentarios que han de funcionar en conformidad con la biodiversidad para garantizar un futuro sostenible tanto para las personas como para el planeta. Desde luego, precisamos de un enfoque integrador que abarque todos los campos; el de una gran producción, una excelente nutrición, un regenerado medio ambiente y una vida mejor, sin dejar a nadie en la cuneta del abandono. Al fin y al cabo, nuestro tránsito por aquí abajo, no será aceptable a no ser que el cuerpo y el espíritu vivan en sana concordia, en un equilibrio natural entre lo que soy y lo que me circunda, con la consideración debida. Tomemos nota, pues, de las llamadas. ¡Renazcamos!

Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor

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