graciela ateneo

El día 25 de marzo, fecha en que Mariana Lima Buendía cumpliría 34 años, la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidió reabrir el asunto que en su momento, concluyó en la Procuraduría de Justicia del Estado de México con la simple tesis de que “fue un suicidio” y no hay más que investigar. La Corte reconoció los indicios de que aquel antijurídico puede ser un feminicidio e incluso, valoró el hecho de que la investigación que se hizo no fue exhaustiva, ni apegada a derecho ni a la metodología pericial requerida para determinar qué fue lo que le sucedió a Mariana Lima Buendía.


A secas, fue una mentira perpetrada por quien fuera el autor de su muerte, su esposo Julio César Hernández Ballinas, un policía judicial con un historial de golpes, violencia intrafamiliar y amenazas, quien declaró que la muerte de Mariana había sido un suicidio. Y así lo dictaminaron inicialmente las autoridades. No todo asesinato perpetrado en contra de una mujer puede ser calificado de feminicidio, la nota característica de este tipo especial de homicidio  recae en la relación del agresor con su víctima, así como en el móvil – aquello que motiva a cometer un delito – por el cual se asesina. Cuando el odio en contra de la mujer, la violencia de género y el antecedente de vejaciones domésticas están  de por medio, sin lugar a dudas, se puede hablar de un feminicidio. No se trata de una mujer que fallece debido a un asalto, por ejemplo, sino de una fémina que fallece en condiciones  de extremo abuso, violencia, tortura y maltrato, como fue el caso de Mariana Lima Buendía. Su madre, Irinea Buendía, emprendió una lucha contra el propio sistema después de haberse clasificado el asesinato de su hija como “suicidio” debido a que el presunto feminicida, Julio César Hernández Ballinas, fuera policía judicial con amistades en la Procuraduría General de Justicia del Estado de México, lo que por poco logró dejar en total impunidad la muerte de Mariana.
Más allá de celebrar que la SCJN haya atraído tal asunto, es necesario volver la vista a todas y cada una de las mujeres que ya no están, a las que desaparecen cada día, a las que sufren las golpizas físicas, psicológicas, económicas, simbólicas y materiales cada día. No es suficiente un “Protocolo de Actuación en la Investigación del Delito de Homicidio desde la Perspectiva del Feminicidio”, ni es suficiente – aunque si necesaria -  la capacitación de servidores públicos para la atención, evaluación y análisis con perspectiva de género,  no basta con la alerta de género, no basta con las declaraciones arrepentidas del Procurador General de Justicia del Estado de México, Miguel Ángel Contreras Nieto, que admitió no haber seguido protocolos rigurosos en la investigación de este caso; ni siquiera basta con hacer de nuevo la investigación del asunto de Mariana, por que justicia que no es pronta y expedita, simplemente no es justicia; por que así como el caso de Mariana, hay al menos, 6 cada día (aunque suene kafkiano, diariamente en la República mexicana se asesinan a 6 mujeres por razones de género). Se trata de que se deje de ver a la Perspectiva de Género y de Derechos Humanos como un juego, se trata de educar a todo un sistema judicial y a todo un país para ser capaces de defender y proteger la dignidad y la integridad de todas las personas, se trata de entender que el haber tipificado este delito no es un privilegio es una cuestión de alerta y sobre todo de acción contra el más alto grado de violencia que se ejerce contra las mujeres por razón de su sexo y género.
La evidencia de las tasas de feminicidios, simplemente en el Estado de México, que es el Estado con mayor número de agresiones en contra de las mujeres, son patrones sistemáticos de violencia: por cada 4 horas que pasan, una mujer mexicana está muriendo por razones de género, debería ser ya razón suficiente para incidir, tanto civilmente como institucionalmente, en los programas de prevención y combate de violencia de género. Ni una más.
Con Información del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio