es la economia

“El hambre es cien mil mosquitos en la oreja”. Martín Caparrós, El Hambre.

El programa social cumbre del actual gobierno federal no es Prospera –éste es una continuación del anterior, Oportunidades- sino la llamada Cruzada Nacional Contra el

Hambre, misma que nació en 2013 y con grandes expectativas, aunado a un discurso duro sobre este mal que lacera desde hace muchos años a la población: el hambre.

Son 28 millones de personas actualmente en México que se van a dormir con hambre, 28 millones de historias, casi el 30 por ciento de la población. La Cruzada Contra el Hambre, obtuvo sus datos con el “cruce” que hizo entre la población en extrema pobreza y en carencia de alimentación, obteniendo la cifra de 7.01 millones de personas para atenderlas como su población objetivo.

Reportes oficiales de esta Cruzada han presentado los primeros resultados que señalan que las personas que padecen hambre se han reducido en un 60%, cabe aclarar que se refieren a los 7.01 millones de personas que busca atender. Por otro lado, el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social señaló que entre 2012 y 2014 el porcentaje de personas en carencia por acceso a la alimentación pasó de 23.3% a 23.4%, es decir de 27.4 a 28.0 millones de personas. Contradicción evidente.

Medir el grado de respuesta que ha tenido el Estado mexicano al problema del hambre obliga a ver si en realidad no estamos hablando de una ausencia de éste, porque “un cordón de pobreza es un lugar donde el Estado no funciona”. El hambre es un estado de insatisfacción que representa la incapacidad de un individuo para conseguir alimentos, que no hace uso de su derecho económico a la alimentación, es decir, es una ausencia del Estado, 28 millones de ausencias en el caso mexicano.

La pregunta para nuestro país es: ¿por qué no hemos salido de esta situación? Porque le hemos dado más peso a los efectos que a sus causas. Si tienes hambre te doy comida, si eres pobre te transfiero recursos, si...si. Ese recurso rápido de anunciar una “marca” como programa social y creer que todo está arreglado. Continuamos y lo seguiremos haciendo en la medida de sostener esta clase de respuestas que dan las administraciones públicas.     

Una vez le preguntaron a Kamles de 26 años de edad, originario de Biraul en la India sobre qué le gustaba comer, él respondió:

-A mí no me gusta comer esto o lo otro; a mí lo que me gusta es comer. Yo soy pobre, no puedo pensar en comer algo en particular. Yo como lo que puedo, un roti, un plato de arroz, lo que sea. Lo que me gusta es poder comer, que mi familia pueda[1].

Así deberían pensarse las políticas públicas, las Cruzadas, comenzar por escuchar a Kamles, a los 28 millones de Kamles que viven en México, que han sobrevivido a Cruzadas fallidas, reconociendo que sólo han servido para continuar en ese estado de postración y en el mejor de los casos enfriado su pobreza, postergando para mañana la necesidad de alimentarse y a veces, cuando les va bien, comiendo al menos una vez al día.

Eduardo López Farías

Economista

Maestro en Administración Pública

Candidato a Doctor en Administración Pública (el tema del presente artículo se desprende la tesis doctoral del autor).

Twitter: @efarias

[1] Caparrós, Martín, El Hambre.