SINGLADURA

Sumamos hoy casi un centenar de horas continuas de asedio de todo tipo por la recaptura del infaustamente famoso Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”.  Y lo que falta. Admito claro que la tercera caída de Guzmán es el hecho noticioso más deslumbrante de los últimos

meses, pero de allí a convertirlo en “un antes y un después” de la vida de los mexicanos me parece una exageración interesada en un país bajo otro tipo de asedios, más perniciosos, duraderos y graves que sin embargo concitan una atención pública menor tanto de los gobernantes como de los gobernados,  esto último mucho peor.

De hecho, el asedio que derivó del nuevo arresto de “El Chapo” me hizo recordar aquella desgraciada idea del gobierno de impulsar un spot publicitario para descreditar las quejas ciudadanas sobre los magros resultados de la gestión pública y que debió ser retirado ante la reacción ésta si ciudadana. El retiro de ese spot, una pésima idea de los mercadólogos y publicistas gubernamentales, puso en claro sin embargo el concepto gubernamental sobre la crítica ciudadana y la honda grieta que hay entre gobernados y gobernantes.

Deberá seguir claro el curso de los hechos asociados a “El Chapo” y su inminente suerte bajo resguardo de las autoridades esta vez si parece que de manera definitiva e incluso seguramente en Estados Unidos, más que probablemente su última escala vital.

Creo que aun cuando quiérase o no deberá seguir prestándose atención a esta recaptura, los mexicanos deberíamos ya concentrarnos más en los asuntos y problemas que están impactando nuestras vidas cotidianas y aún, más preocupantemente, el futuro  de este país, que sigue sin encontrar la brújula hacia el desarrollo, única forma de impedir el colapso nacional.

La recaptura, con todo y lo importante que resulte desde el ámbito judicial y político para el país, no aminorará un ápice los grandes problemas nacionales ni la desgracia de millones de mexicanos, a quienes –se insiste- no se les presta la menor atención ni concitan la enorme insistencia  que debería como un paso previo para buscar soluciones.

Ya prácticamente a nadie sorprende el drama de la pobreza que registra México, la cual –pese a los argumentos oficiales- ha recrudecido en los últimos sexenios, agravada ahora con una bárbara devaluación monetaria. Tampoco llama la atención que el país siga sin diseñar esquemas de salud  y educación pública de excelencia para hacer posible y desatar el potencial nacional. 

Los temas de vivienda, empleo, productividad y otros como una reforma de fondo al sistema penitenciario nacional,  se mantienen de bajo perfil, sin aludir al auténtico combate a la corrupción de todo tipo que atenaza al país y que constituye un fenómeno cultural e institucional más que arraigado en el país.

La s oportunidades insuficientes para los jóvenes mexicanos también debería concitar un llamado permanente de atención a fin de impedir el desperdicio de  una masa de talento y potencial juvenil, que se  pierde en una especie de trituradora de éste.

Bajemos pues la luz al encandilamiento social por la recaptura de “El Chapo” y enfoquemos los reflectores en los verdaderos y agobiantes problemas del país, cuya agenda se acumula en forma peligrosa con la anuencia y el interés de sectores específicos que hacen de personajes  criminales el circo popular. (fin)

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