SINGLADURA

En medio de la alharaca, nada ingenua por cierto,  desatada por la recaptura de Joaquín Guzmán Loera  también revivió una antigua polémica sobre si debe o no entrevistarse a un presunto criminal de talla mundial como es considerado “El Chapo”.

Hay colegas y un segmento de la población que censuran ese tipo de entrevistas al argumentar  que se incurre en apología del delito al dar voz a algún delincuente famoso. De igual forma consideran que ese tipo de personas resultan siniestras porque sus actividades han causado muertes, destrucción y sufrimiento entre sus semejantes.  Se condena muchas veces a priori a los verdugos y mucho más a quienes se acercan a ellos con el propósito de conocer  sus perfiles, motivaciones o ideas en general.

Un caso emblemático que viene al recuerdo es Gregorio “El Goyo” Cárdenas, un asesino serial que se hizo abogado en el palacio negro de Lecumberri y  fue incluso homenajeado en la Cámara de Diputados.

También es común en quienes se oponen a ese tipo de abordaje periodístico que argumenten  que la difusión de las ideas de los presuntos criminales abonan el terreno para que se perpetren nuevos crímenes,  lo que repercute en peores daños a las sociedades. De hecho aluden al denominado fenómeno “copycat”, una imitación o repetición de actitudes o hechos, siempre adversos.

Los que rechazan  incluso la idea de acercarse a presuntos criminales o personas destacadas por su maldad o influencia personal y social negativa pierden sin embargo una oportunidad valiosa para conocer al ser humano que habita en esa encarnación del mal, admitiendo que tienen esa condición.

El argumento es tan endeble periodísticamente hablando que no se debió jamás entrevistar a figuras como Adolf Hitler, Augusto Pinochet, Idi Amin Dada, Jean Claude Duvalier y otros muchos más.

En el caso de “El Chapo” numerosos colegas y aún parte de la prensa han condenado la entrevista hecha por el actor estadunidense Sean Penn, acompañado de la actriz Kate del Castillo, al presunto delincuente más buscado del mundo.

Incluso autoridades mexicanas y la Procuraduría General de la República (PGR) han salido al paso del caso al señalar que se investiga si los dos actores involucrados en el asunto de “El Chapo” incurrieron en un delito.  Claro. Se suben al carrusel mediático con la pretensión más de hacerse notar que de efectivamente combatir  un eventual delito que no se ve al menos  hasta ahora  por ningún lado. Pero claro, es sabido que mucho preocupa y ocupa a la PGR  la comisión de todo tipo de delitos en el país, más aquellos que tienen dimensiones graves como por ejemplo los 43 de Ayotzinapa, perpetrado hace más de un año.

Desde el punto de vista periodístico, la entrevista de Penn al criminal más buscado del mundo –como se han encargado de difundir los panegiristas del oficialismo- es una pieza única y valiosa.  Si no por el contenido  si por el valor de la fuente.  Cualquier genuino periodista en el mundo habría hecho cualquier esfuerzo por entrevistar a “El Chapo”,  aun cuando éste encarne el mal e incluso precisamente por ello.

Negar el mérito de la entrevista se reduce a un ardor aunque no sea por chile. (fin).

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