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A días de terminar su mandato, Barack Obama pretende dejar como herencia la inestabilidad internacional para el presidente entrante, Donald Trump; esto a través de la expulsión 35 diplomáticos Rusos acusados por la Casa Blanca de hackeo e injerencia en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, mismas que dieron la victoria

al partido contrario al del hasta hoy presidente de la Nación Americana.

     Las aseveraciones hechas por la CIA y el FBI han reavivado los aires de la guerra fría, inicialmente, el ministro de exteriores ruso Serguei Lavrov propuso una sanción simétrica para los  Estados Unidos, al sugerir la declaración de persona non grata para 31 miembros de la embajada estadounidense y 4 del consulado de ese mismo país, emulando así a su contra parte Norte Americana, sin embargo, justo en este punto, Vladimir Putin dio muestra de su oficio político.

     “No vamos a echar a nadie, ni vamos a prohibir a sus familias y los niños utilizar sus lugares habituales para pasar la vacaciones de año nuevo”, “Moscú no a va rebajarse al nivel de diplomacia irresponsable”, fue lo declarado por el presidente de Rusia. Esto primeramente podría conducirnos a corroborar la empatía que entre él y Donald Trump se ha gestado desde hace tiempo, baste verse el nombramiento de Rex Tillerson  (personaje asociado a Putin) como Secretario de Estado, pero, si se es más objetivo y se realiza un análisis de esta posición asumida por Rusia, se podrá advertir que la carga de todo este asunto recaerá directamente sobre Donald Trump.

     Si bien el magnate inicialmente ha mencionado que se trata de una gran jugada y que él sabía que su homólogo ruso es una persona inteligente, lo cierto es que el próximo el 20 de Enero cuando sea nombrado oficialmente como presidente de los Estados Unidos, estará entrando a una encrucijada, por una parte tendrá la opción de anular la orden ejecutiva que le hereda Obama, lo cual salvaría su sana relación con Vladimir Putin, pero por otro lado, el hacer esto estaría poniendo en su contra nada más y nada menos que a su propio partido, el cual se ha pronunciado a través de diversos integrantes a favor de las sanciones.

     En esta sucesión envenenada, quien ha puesto la mesa para el desenlace de este primer capítulo de la relación ruso – estadounidense, ha sido el mismo Vladimir Putin y lo ha hecho de manera magistral, como quien pudiera mencionarlo: lavándose las manos y dejando la prueba en territorio norteamericano.