La llama de los Juegos Olímpicos de Rio fue prendida este jueves en la antigua ciudad de Olimpia en Grecia conforme al ritual tradicional, en un acto cuyos valores atemporales enlazan con la delicada crisis política por la que atraviesa Brasil, y que sirvió de punto de partida de los primeros Juegos en Sudamérica.
Varias actrices ataviadas con túnicas invocaron sobre el templo de Hera (de 2.600 años de antigüedad) al Dios Apolo, antigua divinidad del sol.
En las inmediaciones del antiguo recinto que albergaba las competiciones en los primeros Juegos Olímpicos, una treintena de jóvenes ejecutaron una coreografía al son de la música de una flauta.
La 'gran sacerdotisa', encarnada en Katerina Lehou, una conocida actriz griega, captó los rayos solares a través de un espejo, que los desvió hasta encender la llama.
"Hoy escribimos la historia; estos Juegos Olímpicos serán un mensaje de esperanza en estos tiempos difíciles y la llama aportará ese mensaje en todos los rincones de Brasil y en el mundo entero", afirmó Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) unos minutos antes de producirse el encendido de la llama.
Bach aludió al pueblo brasileño, quien "en apenas unas semanas, acogerá con entusiasmo al mundo y nos deslumbrará con su alegría de vivir y su pasión por el deporte".
"Este será el gran momento de Brasil y estos serán los Juegos de Brasil", subrayó.
En efecto, estos Juegos Olímpicos se desarrollarán en un Brasil en plena tormenta política, mientras la presidenta Dilma Rousseff mantiene una lucha contrarreloj para evitar su destitución por supuesta malversación cometida en 2014, lo que le ha impedido estar presente en la ceremonia junto a su homólogo griego.
Así, el país sudamericano estuvo representado este jueves por el presidente del Comité Organizador de los Juegos de Rio, Carlos Nuzman, y por el Ministro de Deportes, Ricardo Leyser.
La llama "transmite el mensaje" de que "nuestro querido Brasil puede y va a estar unido, un país que busca un futuro mejor", estimó Nuzman, remarcando que el país "había navegado por las aguas más difíciles que el movimiento olímpico haya conocido", para preparar estos Juegos.
Ahora el fuego olímpico emprenderá un periplo que la llevará de Grecia atravesando el Atlántico hasta Brasil, donde 12 mil relevistas la pasearán por 300 localidades antes de la llegada al estadio de Maracaná de Rio, donde tendrá lugar la ceremonia inaugural el 5 de agosto.
El primer relevista fue el gimnasta griego Lefteris Petroinias, campeón del mundo de anillas, quien entregaría después la antorcha a la leyenda del voleibol femenino brasileño Giovane Gavio, campeona olímpica en 1992 y 2004, hoy directora del voleibol en los Juegos de Rio.
Cerca de 54 mil migrantes y refugiados que permanecen en Grecia, impedidos de abandonar el país por el cierre de la frontera norte, podrán mostrar su situación al mundo el próximo martes cuando la llama olímpica discurra por el campo de Eleonas, en Atenas, momento en que uno de los refugiados portará la antorcha durante unos metros.
Se trata de un sirio que perdió una pierna en la guerra que devasta su país, y su imagen recordará al mundo el drama de los refugiados, la crisis migratoria más importante desde la Segunda Guerra Mundial.
El Comité Olímpico internacional anunció igualmente que un equipo de diez refugiados participaría en los Juegos: hasta el momento 43 refugiados deportistas han sido identificados como posibles participantes.
La llama emprenderá el próximo miércoles su camino hacia Brasil, durante una ceremonia en el estadio de Atenas, sede de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en 1896. La tradición de la llama, que no se apagaba mientras durase la competición, no se instauró definitivamente hasta 1936, en los Juegos Olímpicos de Berlín.
Dilma Rousseff, quien achaca su situación a una conspiración perpetrada por su vicepresidente Michel Temer, insistió el martes en que los preparativos estaban "en una situación absolutamente adecuada", e incluso "más avanzada de lo que habíamos previsto".
El miércoles, durante el ensayo de la ceremonia, Bach reconoció "dificultades" en los preparativos, indicando que "los últimos kilómetros son siempre los más difíciles", pero se mostró confiado en que serán "unos Juegos excelentes".