Hubertus von Hohenlohe, un esquiador con nombre imperial, representó por primera vez a México en los Juegos de Invierno de Sarajevo 1984. Aquella vez la delegación tricolor estaba integrada por un solo hombre que había decidido participar por un país cuyo clima tiende a ser templado. A este tipo de competidores invernales se les
conoce como exóticos porque provienen de tierras en las que no existe nieve y donde un trineo o un par de esquíes son tan extravagantes como una camisa floreada en los Alpes Suizos. Von Hohenhole no inició para pertenecer a esta estirpe de esquiadores tropicales. Lo hizo por la aventura de deslizarse a gran velocidad y cuesta abajo sobre un par de tablas. Se hizo exótico al elegir participar con un pasaporte mexicano.
En los sillones de una sala de espera en el Comité Olímpico Mexicano, Hubertus von Hohenhole parece un playboy en vacaciones de verano. Gazné floreado a juego con el pañuelo que se asoma de su chaqueta azul marino. “Me veo un poco fashion y que la paso bien, pero la gente no conoce los sacrificios que debo hacer para estar en estas competencias”, dice justo el día que fue inscrito como representante del equipo tricolor donde es el único integrante que participará en los Juegos Olímpicos de Invierno, en Sochi, Rusia, el mes próximo.
“Mi familia siempre quiso tener un miembro mexicano”, cuenta Von Hohenhole, heredero de la familia real alemana de Württemberg, emparentada con los Habsburgo. El propio Hubertus ostenta el título de príncipe aunque nació en México, donde creció hasta los diez años de edad pues su padre fue uno de los inversionistas que fundaron la fábrica de autos Volkswagen en Puebla. Después la vida de Von Hohenhole trascurrió en colegios austriacos y suizos donde descubrió la emoción del esquí alpino.
“Me propuse competir por México porque aquí no tenían a nadie en Juegos invernales y me aceptaron muy bien”, cuenta el esquiador cuyo traje de competencia simulará un traje de mariachi. Aunque su formación ha sido europea, Von Hohenhole ve con agrado la participación de competidores exóticos como parte de una tradición en los deportes invernales. Porque eso permite que las competencias tengan mayor colorido y sean menos predecibles, además de ser más inclusivas.
Von Hohenlohe no parece ingenuo y no habla de subir al podio en los próximos Juegos Olímpicos, pero hay una marca a la que se acerca al convertirse en el segundo competidor más viejo en la historia de esta justa a los 55 años de edad; aún lo supera el sueco Carl August Kronlund, que a los 58 años fue medalla de plata en curling durante los Juegos de Chamonix 1924.