“La importancia del Amazonas va mucho más allá de ser el pulmón del planeta. Es una fuente de agua para el sudeste por medio de sus 400 mil millones de árboles, que generan la humedad que provocan las precipitaciones a miles de kilómetros, en el sudeste de Brasil”, explica Csettkey, autor de “A floresta amazônica garante nuestras vidas” (“El bosque amazónico garante de nuestras vidas”).
En momentos en que el estado de Sao Paulo se ve amenazado por la mayor sequía en 80 años, que provocó racionamiento en regiones de la ciudad más grande de América del Sur, Csettkey asegura que esta situación no “es una casualidad, sino una causalidad”.
“Los científicos llevan una década advirtiendo que si se sigue con la deforestación del Amazonas para dejar espacio al agronegocio, para cultivar grano y alimentar ganado, habrá una gran sequía que amenazará el suministro de agua” y de electricidad, agregó.
Csettkey lamentó la inacción política o lo que calificó como la “irresponsabilidad de unos gobernantes brasileños que legislan siguiendo intereses privados”, como los del lobby agroalimentario, uno de los más poderosos del país.
Brasil se convirtió en la última década en una potencia mundial productora de alimentos, exportando a todo el planeta soja, frutas y carnes de todo tipo.
En mayo pasado, por ejemplo, el 51 por ciento de las exportaciones de la séptima economía del planeta fueron productos agroalimentarios. Brasil exporta anualmente bienes de este tipo por valores superiores a los 90 mil millones de dólares.
Sin embargo, ese sector económico también es responsable, según Csettkey, de la expansión de la tierra arable en el país, que año con año le gana territorio a los bosques amazónicos.
“Los agricultores no piensan en el futuro del país o del planeta, sólo les interesa ganar más dinero con el agronegocio. Por eso las grandes corporaciones cárnicas están entre los principales financiadores de las campañas políticas”, denunció el periodista.
Datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil indican que, tan sólo entre febrero y abril de este año, 362 kilómetros cuadrados de bosque amazónico –el equivalente a dos veces la ciudad mexicana de Guadalajara- fueron deforestados, 60 por ciento más que en el mismo periodo de 2014.
Un estudio publicado el año pasado señalaba que Brasil perdió en 30 años una superficie de bosques y florestas equivalente a todo Costa Rica, la mayoría en el Amazonas, debido a proyectos gubernamentales vinculados a la energía hidroeléctrica, la urbanización y el agronegocio.
En total, el país sudamericano perdió 5.2 millones de hectáreas de florestas entre 1981 y 2012, mientras que 93 parques nacionales y otras zonas reservadas también fueron reducidas, el 75 por ciento de ellas en el Amazonas, entre 2008 y 2012.