"El Pueblo de Dios, la Iglesia, rechaza el dinero sucio" que llega de algún benefactor "con una oferta fruto de la sangre de gente explotada, maltratada, esclavizada, con el trabajo mal pagado. Yo digo a esta gente: por favor llévate tu cheque, quemalo", dijo el pontífice durante la audiencia pública de este miércoles.
"Es necesario acercarse a Dios con manos purificadas, evitando el mal, practicando el bien y la justicia", añadió.
Ante unas 20 mil personas reunidas en la plaza de San Pedro, el Papa citó a Isaías, según el cual "Dios no sana por la sangre de toros y corderos, sobre todo si la oferta es hecha con las manos sucias de la sangre de hermanos".
Dijo que la Iglesia "requiere de corazones abiertos a la misericordia de Dios", a quien es necesario acercarse "con manos limpias evitando el mal y practicando el bien y la justicia".
Señaló que "cuando el hombre se enferma va al médico, cuando se siente pecador va con Dios y si en cambio va con el brujo no sana".
"Muchas veces preferimos vías equivocadas buscando una justificación, una justicia, una paz que en cambio nos es donada como regalo por el propio señor si llegamos al camino y lo buscamos", añadió.
El Papa llamó a los fieles a buscar la justicia y ayudar al oprimido, "dando justicia al huérfano, defendiendo la causa de la viuda".
En ese sentido se refirió a los refugiados que desembarcan en Europa y que "no saben a donde ir".
"Si se cumplen obras de misericordia, entre ellas la ayuda a los refugiados, entonces los pecados se vuelven blancos como la nieve", afirmó.
Francisco dedicó la catequesis a la "misericordia y corrección" y, en particular, habló del "padre de familia que ama a sus hijos, los ayuda, cuida, los educa y corrige cuando se equivocan para ayudarlos a ser responsables, a crecer en el bien y en la libertad".
Dijo que la relación "padre-hijo" es figura de la alianza entre Dios y su pueblo y que "esta relación se fragmenta cuando el hombre rechaza la paternidad de Dios. A causa del pecado, pretende convertir la libertad en autonomía y, dejándose llevar por el orgullo, se contrapone a él y vive en una ilusión de autosuficiencia.
"Cuando el pueblo se aleja de Dios, desconfía de él y no le obedece, experimenta entonces la aflicción de la prueba. Dios la permite con vistas a la salvación, para que el pueblo pecador, sintiendo el vacío y la amargura de estar lejos de él, pueda abrirse a la conversión y al perdón", agregó.
Afirmó que "Dios habla amorosamente a la conciencia de sus hijos, para que se arrepientan y se dejen amar de nuevo por él. La salvación siempre es un don gratuito de Dios. Pero supone la decisión de escucharlo y dejarse corregir por él.
Dijo que "Dios no nos trata según nuestras culpas", sino que el castigo se convierte en un instrumento para llevar a la reflexión.
"Se comprende así que Dios perdona a su pueblo, da la gracia y no destruye todo, sino que deja siempre la puerta abierta a la esperanza".