Este grupo, que monitorea el conflicto desde Reino Unido, y Naciones Unidas se refirieron a reportes que aseguraron que entre los fallecidos hay más de 60 niños. El observatorio indicó que es previsible que el número de víctimas aumente.
Los rescatistas de Defensa Civil dijeron que habían retirado al menos 100 cuerpos del lugar donde se produjo la explosión el sábado, que impactó contra varios autobuses que transportaban a residentes chiíes que intentaban pasar de territorio rebelde al controlado por el gobierno, en el marco de un acuerdo de evacuación entre los bandos en conflicto.
Los muertos eran en su mayoría residentes de las aldeas de al-Foua y Kefraya, en la provincia de Idlib, pero entre ellos también había combatientes rebeldes que protegían el convoy, dijo el Observatorio. No hubo reivindicación inmediata del atentado, que según medios próximos a Damasco fue perpetrado por un atacante suicida con un vehículo.
La principal facción armada de la oposición condenó el atentado, que grupos que luchan bajo la bandera del Ejército Libre de Siria tacharon de "ataque terrorista traicionero".
El Papa Francisco se unió a las condenas y describió el ataque como "innoble", al tiempo que pidió a Dios que lleve sanación y consuelo a la "querida y martirizada Siria".
El convoy transportaba al menos 5.000 personas, entre ellas civiles y varios cientos de combatientes progubernamentales, a los que se les concedió salvoconducto para salir de las dos aldeas chiíes sitiadas por los rebeldes.
Bajo el acuerdo de evacuación, más de 2.000 personas, incluidos combatientes rebeldes, recibieron permiso para retirarse de Madaya, una población cercana a Damasco asediada por las fuerzas gubernamentales y sus aliados.
Ese convoy esperaba en un garaje de autobuses en una zona controlada por el gobierno en las afueras de Alepo, a pocos kilómetros de donde ocurrió el ataque. Los evacuados de Madaya dijeron que escucharon la explosión.