El lunes escenificó Lieberman con más ruido que nueces su desacuerdo con la política de “contención” militar respecto a Gaza anunciada por Netanyahu el pasado jueves: su partido, Nuestra Casa Israel (Israel Beitenu), se separó del Likud de Netanyahu sin llegar a romper la coalición de Gobierno.
Argumentó su decisión con las discrepancias sobre el trato a Hamás en Gaza, contra la que él pedía más mano dura. Horas después del divorcio, el Gabinete de seguridad israelí decidía pasar de la “contención” a los ataques actuales. El primer ministro defendió la contención hasta el jueves pasado
La politóloga y antigua diputada izquierdista de la Knesset Naomi Chazan cree que los rifirrafes internos “ejercieron considerable presión” sobre Netanyahu, pero juzga que “si ordenó el ataque por cálculo electoralista, ese fue un cálculo estúpido”. La experiencia dicta que un ataque así “se sabe como empieza”, pero nunca cómo termina. Los riesgos políticos son considerables y, según insiste Chazan, “no van a revertir” el divorcio en la derecha.
No quería una escalada como la que parece en pleno desarrollo, porque una victoria definitiva contra la estructura de Hamás “es imposible”.
Esta ofensiva en Gaza aparece, así, como otro paso en el baile perpetuo de Oriente Próximo: tregua, calentamiento, escalada, destrucción y vuelta a empezar.
La guerra tiene su propio sistema de fuerzas, igual que la compleja política interior israelí tiene el suyo. Esta vez sorprende, por eso, que dos políticos de envergadura exhiban sus diferencias mientras siguen compartiendo mesa en el Consejo de Ministros y se desata una escalada bélica con Hamás.
Chazan considera, en este contexto, que en los próximos meses habrá elecciones anticipadas o, al menos, una recomposición de la coalición de Gobierno con otros socios.
ANÁLISIS
Para el politólogo de la Universidad Hebrea de Jerusalén Abraham Diskin, en el actual conflicto, “el que impuso una línea dura fue Hamás”, no Lieberman. Desde Israel se percibe la debilidad de los islamistas, casi aislados desde el golpe de Estado que hace un año derrocó en Egipto a sus aliados los Hermanos Musulmanes. Pero Diskin, que se sitúa a sí mismo en el centro del espectro político, insiste en que su país está “rodeado de enemigos que se han propuesto su destrucción”.
Dice que “Hamás está perfectamente a tiempo de parar la espiral violenta, simplemente deteniendo los ataques con misiles”. Con un fatalismo muy extendido en Israel, Diskin explica que la zona “es un volcán” que periódicamente se recalienta y estalla antes de dormitar en otra calma aparente. Desde esa óptica, las querellas internas entre Netanyahu y Lieberman “no tienen nada que ver con el ataque a Gaza”.
Dice estar convencido de que “ni siquiera el mayor sacrificio territorial o político de Israel serviría para traer la paz”. El analista cree, a diferencia de la exdiputada Chazan, que las elecciones anticipadas “no están cerca”.
Diversos análisis coinciden en que Lieberman había fracasado en su intento de arrebatarle a Netanyahu el liderazgo en la derecha a través de la alianza entre sus partidos, rota el lunes. Le benefició menos de lo que calculaba. Tras el divorcio, ahora podrá intentar perfilarse como el halcón que forzó el ataque a Gaza. Diskin cree, no obstante, que “lo único que se recordará” de esta nueva campaña militar israelí “será el resultado que tenga, no las discusiones” previas entre Lieberman y Netanyahu. Un fracaso militar o una escalada desmedida, considera, “perjudicará a todos los que participan en esta coalición de Gobierno”.