Según los primeros datos del Gobierno regional, a la una de la tarde habían votado 1,14 millones de personas en los 1.317 locales habilitados para el "proceso de participación ciudadana" en toda Cataluña, que se estaba desarrollando con normalidad pese al algún incidente aislado.
Aún conscientes del carácter no vinculante de la iniciativa, los que acudían a votar, muchos de ellos emocionados, lo hacían con convencimiento y la mayoría no dudaba en desvelar el sentido de su respuesta a la doble pregunta: Sí, quiero que "Cataluña sea un Estado", y Sí, quiero que "ese Estado sea independiente".
"Si no nos entienden, si no nos respetan, es mejor cada cual por su lado. Nos hubiera gustado ser un Estado federal, pero ya no es posible, nos han pisado demasiado", explica Angels Costa, una pequeña empresaria de 52 años propietaria de dos tiendas en la capital catalana.
Pese al carácter puramente simbólico de la iniciativa, prohibida en dos formatos distintos por el Tribunal Constitucional a instancias del Gobierno central, muchos defienden la importancia del simbolismo.
"Me hubiera gustado votar en referéndum, pero al menos que se tenga claro que queremos votar", añade Costa tras emitir su sufragio en la Escola Pía, en un barrio burgués de la Ciudad Condal, bajo un cielo encapotado.
Entre los participantes también muchos son conscientes del carácter parcial de una consulta en la que pueden expresarse los 5,4 millones de catalanes mayores de 16 años, y que los proindependentistas considerarían un éxito en caso de superarse la cifra de 1,5 millón de votos.
"Mucha gente que hubiera votado no/no, no va a venir a votar porque está en contra, igual saldrá un 80 o 90 por ciento de sí/sí, pero no es el reflejo de la realidad", explica la maestra infantil Ana Ibarz, de 29 años y voluntaria en el proceso.