"Han paralizado al gobierno en nombre de una cruzada ideológica para negar cuidados de salud asequibles a millones de estadounidenses", dijo Obama en una alocución a las afueras de la Casa Blanca.
El mandatario demócrata pidió a los conservadores poner fin a la parálisis, la primera de ese tipo en 17 años, y que entró en vigor este martes por el desacuerdo en el Congreso sobre el presupuesto gubernamental. "Aprueben un presupuesto y terminen la parálisis", exigió.
El desencuentro legislativo surgió de la insistencia de los republicanos en la Cámara de Representantes de condicionar la propuesta de presupuesto para el nuevo año fiscal a que sea postergado el comienzo del sistema de salud promovido por Obama.
La propuesta de presupuesto siempre halló el rechazo de los demócratas que controlan el Senado, que también debe aprobar el texto.
Cerca de 800 mil empleados públicos considerados no esenciales, de un total de dos millones, tendrán que quedarse en casa sin sueldo hasta nueva orden y también se cerrarán parques nacionales, museos y monumentos, incluyendo la emblemática Estatua de la Libertad.
Washington a ritmo lento: ‘No se sabe cuánto tiempo va a durar’
“Nos han mandado a cerrar nuestras oficinas”: siete de la mañana, empleados federales atiborran el metro de Washington yendo a trabajar para finiquitar todo y colocar en sus correos electrónicos un mensaje automático de ausencia el primer día de parálisis del gobierno.
En el corazón del barrio administrativo de la capital estadounidense, funcionarios trajeados y con su identificación colgada entran con paso apurado a los edificios oficiales.
“Hemos recibido un email, se supone que tenemos que venir a cerrar todo y dejar un mensaje de ausencia en nuestros teléfonos, y una respuesta automática en nuestros correos electrónicos para decir que estaremos ausentes. No se sabe cuánto tiempo va a durar...”, explica un funcionario de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) que prefirió no revelar su nombre.
En el interior del edificio, un guardia de seguridad, también empleado federal, sonríe y lanza: “Buenos días, ¡estamos aquí!”.
Ambos forman parte de los cerca de 800.000 empleados federales “no esenciales” enviados a casa sin sueldo desde este martes por tiempo indefinido. La mayoría ha venido muy temprano para acabar las cosas pendientes y estará de vuelta en casa antes del almuerzo.
Christine Baughman, también funcionaria de la EPA, arremete contra los legisladores: “¡Tenían seis meses para votar el presupuesto, pero aparentemente eso no era suficiente! Nunca es suficiente.
Criticando tanto a demócratas como a republicanos, cree que “no han hecho su trabajo, ¡y ahora nos impiden hacer el nuestro! Es trabajo del Congreso, no de (el presidente Barack) Obama” acordar un presupuesto para el Estado federal.
Ahorrar
“Todos debemos ahorrar ahora, sobre todo quienes tienen retiros automáticos de sus cuentas bancarias porque su próximo sueldo estará reducido a la mitad o más, y si la parálisis del gobierno continúa ellos no tendrán nada”, insiste Baughman, quien ya vivió la primera parálisis administrativa en 1996.
Un poco más lejos, Carlos Matuz, auditor de la Agencia de Desarrollo Internacional, se dirige a su oficina, en su caso por fortuna a trabajar: “Mi trabajo está considerado esencial, por lo que yo debo trabajar haya o no parálisis del gobierno”. Pero confiesa estar preocupado por sus colegas de otras agencias enviados al desempleo técnico: “Eso no es bueno”.
Otras agencias gubernamentales, todos los museos nacionales de la prestigiosa institución Smithsonian, gratuitos para la mayoría y abiertos todo el año, muestran sus puertas cerradas, en muchos casos con un cartel explicativo de este tenor: “Cerrado debido a parálisis del gobierno”.
Ante el Museo de Historia de Estados Unidos en el National Mall, la arbolada explanada que conduce al Capitolio, cuatro guardias de seguridad impiden este martes a los turistas acceder. “Está cerrado hasta nueva orden”, dice uno de ellos a la AFP.
Lo mismo ocurre en las entradas de los célebres monumentos de la capital, objetivos imprescindibles de los turistas. Su acceso está completamente bloqueado por cintas amarillas de policía que indican: “No se puede pasar”.
Ante el memorial de Abraham Lincoln, Ray, oriundo de Los Angeles y de vacaciones en la Costa Este con su familia, dice estar decepcionado por este atípico cierre.
“Yo quería de verdad ver este monumento, que mal”, comenta a la AFP, aunque reconoce que no entiende del todo qué sucede. “Sé que es por este asunto de la parálisis del gobierno, pero no estoy seguro de entender qué quiere decir eso”.