"La victoria de la calle y la supremacía de la fuerza pueden ser el primer episodio de una guerra civil", advirtió el expresidente Víctor Yúschenko, que ascendió al poder en la incruenta Revolución Naranja de 2004.
Grupos de manifestantes siguieron atacando a la policía con piedras, cócteles mólotov, bombas aturdidoras y bengalas en las inmediaciones del estadio Lobanovski, no lejos de la plaza de la Independencia, bastión opositor desde hace dos meses para defender la integración del país en la Unión Europea, aparcada por el Gobierno.
En respuesta, los efectivos antidisturbios, que no dejan de recibir refuerzos del temido destacamento Berkut, recurren a balas de goma, bombas de humo y gas lacrimógeno.
Cada cierto tiempo, los equipos sanitarios median entre ambas partes para atender a los heridos, que ascienden a varios centenares, entre opositores y agentes del orden, además de una veintena de reporteros.
Más de veinte personas fueron detenidas, según el Ministerio del Interior, acusadas de "desórdenes masivos", entre ellas representantes de varios partidos políticos opositores.
Según la Fiscalía ucraniana, las acciones de los manifestantes, que quemaron anoche cuatro autobuses policiales y dos camiones, no pueden definirse como vandalismo, ya que son "un atentado contra el Estado y una amenaza para la seguridad nacional".
Entre los más de cien hospitalizados, tres manifestantes han perdido un ojo, mientras a otro le han tenido que amputar una mano, según los últimos datos de los servicios sanitarios.
Pese a que las temperaturas rondan los 10 grados bajo cero, varios miles de personas seguían atrincheradas hoy en la plaza de la Independencia o Euromaidán ("maidán" es plaza en ucraniano), donde algunos manifestantes decidieron construir una catapulta para lanzar piedras y cócteles mólotov contra la policía.
Unas diez personas, que se resguardan tras la empalizada creada por los opositores en el mismo corazón de la ciudad, participan en la construcción del ingenio medieval, para lo que utilizan vigas de madera.
Los choques, de cuyo inicio muchos medios acusan a un grupo de ultranacionalistas, estallaron al término de una manifestación opositora que congregó el domingo a más de 100.000 personas en la plaza de la Independencia.
Los incidentes arrancaron cuando miles de manifestantes intentaron romper un cordón policial junto a la sede del Gobierno, a unos 500 metros de la plaza, para dirigirse a la sede de la Rada Suprema (Legislativo).
En un vídeo, el líder opositor y campeón mundial de boxeo, Vitali Klitschkó, llamó hoy a "todos los ciudadanos y patriotas a defender su país y su futuro" en el Maidán.
No obstante, según los analistas, la oposición no parece controlar ya a los manifestantes, que rociaron anoche a Klitschkó con un extintor cuando acudió a calmar a los más radicales.
En un intento de aplacar los ánimos de los manifestantes, el presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, ordenó crear un grupo de trabajo para resolver la crisis política, pero la oposición demanda que participe directamente en las negociaciones.
"Tiene sentido entablar negociaciones sólo con quien toma decisiones y puede asumir la responsabilidad de su cumplimiento", señaló Klitschkó.
En su opinión, las negociaciones son "la única oportunidad de encontrar una salida a la confrontación sin una escalada del conflicto". "Si las autoridades incumplen de nuevo su palabra, la escalada es inevitable", advirtió.
No obstante, el grupo de trabajo comenzó esta tarde su trabajo sin la participación del presidente, cuya dimisión es insistentemente demandada por los manifestantes.
La diputada oficialista Anna Guerman aseguró que Yanukóvich no participará en las negociaciones hasta que se conozcan las demandas de cada parte e insistió en que el presidente no representa a ninguno de los bandos, ya que "debe representar al pueblo".
Por su parte, el expresidente Yúschenko, que fue aupado al poder en la Revolución Naranja de 2004, no dudó en criticar la falta de liderazgo y la ausencia de planes concretos entre la oposición, lo que contribuiría a la radicalización de los manifestantes.
El nuevo detonante del descontento opositor fue la reciente aprobación de un paquete de leyes que coartan la libertad de reunión al prohibir la instalación de tiendas, altavoces y escenarios en lugares públicos, y permitir la detención de manifestantes ataviados con cascos o máscaras.