Esta semana, Trump abandonó su promesa de campaña de etiquetar a China como manipulador de divisas. Hace dos semanas, su gobierno propuso cambios mínimos al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), al que había definido como "desastre" que asesinaba empleos. Y su amenaza de imponer fuertes aranceles a los productos chinos se ha convertido en un intento de mejorar las relaciones con Beijing.
Eso en poco se parece al candidato que se promovió como el combativo personaje ajeno a la política determinado a dar fin a décadas de respaldo estadounidense al libre comercio, con el objetivo de salvaguardar los empleos de estadounidenses de los países que obran de manera desleal.
El reciente cambio de tonos deja entrever a un nuevo presidente que aprende que las políticas comerciales unilaterales no funcionan fácilmente.
"El presidente comienza a ajustar sus políticas a la realidad económica", dijo Joshua Meltzer, especialista en comercio internacional y alto miembro de la Brookings Institution.
Su portavoz, Sean Spicer, ha defendido el cambio de postura de Trump en materia comercial, al explicar que su promesa principal fue dar resultados y no aferrarse a la postura política de nadie.
"Las fuertes palabras del presidente en distintos temas fueron para obtener resultados para el pueblo estadounidense", subrayó Spicer.
Trump había prometido obligar a México y Canadá a renegociar el TLCAN para proteger mejor a los trabajadores estadounidenses, y abandonar por completo el pacto de 23 años si no obtenía lo deseado. Sin embargo, cuando el mes pasado se filtró el borrador del gobierno para el TLCAN, parecía mantener gran parte del plan intacto.
Las provocadoras palabras de Trump sobre sus socios comerciales de América del Norte funcionaron durante la campaña, especialmente en pueblos de la región sur y centro-norte, en donde se perdieron empleos a manos de competidores chinos y mexicanos. Pero muchos otros estadounidenses dependen de preservar relaciones comerciales cordiales. Por ejemplo, los granjeros de Estados Unidos han sido los más beneficiados por el TLCAN: Sus exportaciones a México son cinco veces mayores en comparación a los años previos al acuerdo, que entró en vigor en 1994.
Y las armadoras automotrices estadounidenses han pasado dos décadas construyendo complejas cadenas de suministro que envían autopartes y vehículos finalizados de un lado al otro de la frontera entre Estados Unidos y México. Una reorganización del TLCAN provocaría, con toda certeza, un trastorno en sus operaciones.
Adam Posen, economista al frente del Instituto Peterson de Economía Internacional, que defiende el libre comercio, dijo que Trump podría comenzar a reconocer que el comercio es parte de la enormemente complicada relación de Estados Unidos con el resto del mundo.
Pero el cambio en la postura comercial de Trump es más claro — o discordante — en su postura sobre China y el manejo de su moneda. Durante la campaña, Trump dijo a los votantes que en su primer día en la Casa Blanca etiquetaría a China como un manipulador de divisas, una humillación pública que podría provocar sanciones comerciales. Estados Unidos no define a China de tal forma desde 1994.
El plazo autoimpuesto llegó y pasó.
Incluso durante una entrevista del 2 de abril con el Financial Times, Trump acusó a China de mantener su moneda subvaluada con métodos artificiales para darles a los exportadores una desleal ventaja de precios en los mercados mundiales.
La acusación exasperó a los economistas, quienes de manera abrumadora afirman que China sí manipuló su moneda hace varios años, pero no recientemente. En lugar de debilitar el yuan, China ha invertido sus reservas extranjeras para impulsar su divisa en un momento en el que muchos chinos están sacando su dinero del país para invertir en el extranjero.
"Es absurdo llamar a China manipulador de divisas en este momento", dijo Posen.
El Departamento del Tesoro tenía una fecha límite del 15 de abril para presentar un reporte ante el Congreso para declarar o no a China como manipulador de divisas. Estaba claro que, bajo los estándares del departamento, China era inocente.
En una entrevista el miércoles, Trump volvió a la realidad. "No son manipuladores de divisas", dijo al The Wall Street Journal.