Servando Gómez Martínez, acostumbrado a tener todo y cuando lo quisiera, no podía aceptar seguir viviendo como un animal.
Y así era prácticamente como tenía que vivir, a salto de mata, como una fiera acorralada, en cuevas, entre bichos y sabandijas, sin luz, sin agua, sin ninguna comodidad, A donde no llegaba siquiera la señal del teléfono y siempre con su perseguidor detrás.
Lo irónico es que contaba con todos los recursos y medios suficientes para salir de ahí, así que cansado de huir por más de un año y refugiarse en escondrijos de la sierra decidió jugársela.
Lo primero, sería hallar un buen escondite y que mejor que una de sus múltiples propiedades en Morelia, Michoacán; después ubicar a un buen cirujano plástico, capaz no sólo de cambiarle la cara sino la inflexión de voz, el color de los ojos, el pelo y todo lo que fuera necesario.
Para ello escogió una de las casas que tenía en la capital del estado (no menos de una docena), situada en el número 52 de José Irazábal, entre Margarita Maza de Juárez y Jesús Romero Flores, colonia Oviedo Mota, cerca de la Casa de Gobierno de Michoacán.
Que mejor escondite que en las mismas narices de quienes lo estaban buscando, además de que ya se acercaba su cumpleaños, el 6 de febrero, y no podía pasar desapercibido, había que festejar, con todo y policía.
Pero Servando Gómez Martínez, mejor conocido como “La Tuta” o “El Profe”, (antes fue maestro normalista de primaria), equivocadamente no contó con que las fuerzas federales, no las locales y estatales a las que tenía coptadas, ya le pisaban los talones y cada vez estaban más cerca.
Desde muchos meses antes, la división de Inteligencia de la Policía Federal había traspasado sus filtros de seguridad y ubicado a uno de sus hombres de confianza, un mensajero del que seguían paso a paso todos sus movimientos.
La clave para ubicar con certeza la casa donde se escondía el capo, de 49 años de edad, paradójicamente fue la fecha de su cumpleaños, el pasado 6 de febrero (nació en 1966), cuando el mensajero llegó al domicilio y se observaron situaciones distintas a las habituales.
Cajas de refrescos, comestibles, bebidas y hasta un enorme pastel, al que sólo le faltaron las iniciales de “La Tuta”, fueron introducidas al citado domicilio; a partir de ese día la vigilancia se estrechó y no se descuidó ni un solo movimiento.
Finalmente el cerco se cerró y la madrugada del viernes 27, a las 4.22 horas, informaría más tarde Monte Alejandro Rubido García, comisionado Nacional de Seguridad, cuando Gómez Martínez salía cubierto con una bufanda y una gorra, cayó en manos de la policía en una operación “quirúrgica”, sin un solo tiro y sin darle tiempo a ninguna reacción.
Tan sólo nueve minutos más tarde, el teléfono despertó al presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
-Disculpe que lo moleste, pero es para informarle que ya agarraron a “La Tuta”, dijo ufano el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong a su jefe.
-Para recibir noticias como esta, no importa a qué horas y cuantas veces me despierte.
Se había consumado la captura de “La Tuta'', que por más de una década asoló a Michoacán e implantó un co-gobierno; ofrecían por él una recompensa de 30 millones de pesos y finalmente fue realizada por agentes de la Policía Federal, en operación conjunta con personal del Ejército, la Marina, el CISEN y la PGR.
Servando Gómez, de acuerdo al Juzgado Cuarto de Distrito de Procesos Penales Federales en el Estado de México, conforme a la causa penal 67/2006, tiene ocho órdenes de aprehensión por secuestro, extorsión, homicidio, tráfico de armas y delitos contra la salud.
Tras su aprehensión, se cateó el domicilio y se detuvo a Gustavo Herrera Avilés, María Antonieta Luna Ávalos, Juan Manuel Ayala Maldonado, Edgar Augusto Ramírez Aro, Fabrizio Magaña Jurado y Jesús Armando Magaña Gutiérrez, todos de Uruapan; Cristian Emmanuel Arias Sánchez y Marcelo Reyes Sánchez, de Guadalajara.
Se les decomisaron un lanzagranadas con tres granadas de fragmentación, cuatro armas largas, siete armas cortas, dos cargadores de disco, tres tubos silenciadores, un paquete de lo que parecía ser cocaína, tres vehículos, ropa táctica de policía y trípticos de Los Caballeros Templarios.
De manera simultánea, informó Monte Alejandro Rubido García, comisionado Nacional de Seguridad, se llevó a cabo la detención de Flavio Gómez Martínez, de 43 años, hermano de Servando, quien administraba los recursos de la familia, en Mérida, Yucatán.
La trayectoria de Servando Gómez Martínez, no difiere de la de otros capos, quizá solamente porque a diferencia de la mayoría de los barones de la droga que preferían el anonimato, a “La Tuta” lo perdía (y lo perdió) la fama, los reflectores.
Tarjetas informativas de la PGR y reportes de inteligencia militares y federales, así como de diversas corporaciones policíacas, ubican su nacimiento en el municipio de Arteaga, que lo hizo su santuario.
Miembro de una numerosa familia, hijo de campesinos, en principio fue agricultor, pero más tarde, al igual que la mayoría de sus parientes incursionó en el magisterio y llegó a maestro de educación primaria en la misma escuela donde estudio, en la Melchor Ocampo.
Sus inicios en el narcotráfico fueron a principios del 2000 y no obstante estar plenamente identificado como delincuente, todavía en el 2010, cobró como docente en dicha escuela, 61 mil 596 pesos por el primer trimestre sin haber trabajado como maestro.
Los clases que impartía ya eran sobre cómo delinquir, y no a alumnos de primeria, sino a sicarios y narcotraficantes de “La Familia Michoacana”, de la que se dice, erróneamente, que fue el fundador.
El verdadero creador de “La Familia Michoacana” y después de “Los Caballeros Templarios”, fue un civil de nombre Carlos Alberto Rosales Mendoza, alias “El Tísico”, mete impuesto por su escuálida figura.
Rosales Mendoza estuvo preso en los Estados Unidos por delitos contra la salud. En ese tiempo se relacionó con sectas religiosas y nació en él un misticismo retorcido que imbuyó posteriormente a sus cómplices.
Al ser deportado a México, se incorporó al “Cártel de Golfo” y pronto se hizo indispensable en la organización criminal, a tal grado que encompadró con el líder Osiel Cárdenas Guillén y fue quien le propuso que coptara a los militares que los perseguían.
De esa manera, miembros desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFES), se transformaron en “zetas” y con los conocimientos que les impartió el mismo estado, convirtieron a dicha cártel en el más poderoso del país.