Nuevo Laredo, Tamaulipas. - Ante la ejecución en Texas de Edgar Tamayo Arias, ahora la preocupación y el dolor se cierne en Nuevo Laredo, Tamaulipas, sobre la madre y familiares de Ramiro Hernández Llanas, quién es el siguiente mexicano condenado a muerte.
Desde su casa, construida a base de la venta de basura, Martha Llanas viuda de Hernández, pide al Gobierno de Estados Unidos, se haga justicia en el caso de su hijo, Hernández Llanas, sentenciado a muerte y uno de los reclusos, cuyos casos integran el Caso Avena.
“Pido clemencia, justicia, que tomen en cuenta los problemas que mi hijo tiene desde pequeño”, dijo entre sollozos la madre, que tiene dos años de no verlo, al no contar con medios para trasladarse al penal donde se encuentra su viajar.
Hernández Llanas, de 44 años de edad y originario de Nuevo Laredo, esperó la hora de ser ejecutado con inyección letal, programada para el nueve de abril en Huntsville, Texas.
“Lo único que le pido a mi Dios, es que tengan compasión de él y si no, pues que Dios lo reciba, porque el sufrió desde chiquito”, agregó la mujer.
De acuerdo a la explicación Hernández Llanas desde los 4 meses de edad sufre de desmayos, además una ocasión se le cayó en la escuela, a la que solo acudió 3 años y se pegó en la cabeza.
“Nada más se ponía moradito y le salía espumita por la boca, fue lo que le dije hace años a las personas (del consulado Mexicano) que vinieron conmigo”, puntualizó la afligida mujer, que ya enterró a su esposo, a una de sus hijas y ahora, solo espera el la fecha en que Ramiro podría ser ejecutado.
Al cuestionarle sobre el porqué esta su hijo detenido y sentenciado a muerte, responde que solo sabe lo que los periódicos han publicado, “Pues dicen que agravió al dueño del rancho, donde estaba trabajando”.
En 1997, en la Corte de Distrito 216 de Banderas, Texas, un jurado declaró al neolaredense culpable del asesinato de Glen H. Leich, abogado y profesor universitario de la comunidad de Kerreville.
La viuda de la víctima Lera Leich, identificó a Hernández Llanas como el asesino de su esposo en un rancho de su propiedad, en donde construían una casa y el mexicano había sido contratado como peón.
Sin embargo, aunque existen sentimientos encontrados, Marta Llanas viuda de Hernández, señala que su hijo está en Estados Unidos, donde se le impuso una sentencia que marca la ley, “el está allá, que puedo hacer, nomás mi Dios que esta y sabe, de este sufrimiento, yo dejo todo en manos de Dios, así lo dije desde un principio”.
La vida de la familia Hernández Llanas no fue fácil. Recolectaban basura, madera, plástico, vidrio, que vendían en las ladrilleras, donde como pago recibían blocks, con los que construyeron su casa.
La última ocasión que Martha Llanas vio a su hijo fue hace dos años, cuando lo fue a visitar a la prisión.
“Lo único que me dijo fue, mire madre, aquí estoy y si me dan un castigo como me lo van a dar, yo nomas lo que pido a Dios, es que Dios la bendiga, porque mis deseos eran venirme para acá, para que usted no volviera a trabajar”, dice antes de romper en llanto.
En 2003, el caso de este mexicano, fue presentada ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya una denuncia por las violaciones a los derechos de 51 mexicanos sentenciados a muerte en Estados Unidos.
La CIJ en 2004, ordeno a Estados Unidos revisar los casos de los 51 reos mexicanos, luego de confirmarse la violación de sus derechos al ser arrestados y procesados sin dar aviso al Consulado Mexicano.
Aunque el Congreso del vecino país aprobó una ley para que se diera cumplimiento a la determinación de la CIJ, el estado de Texas no ha aceptado dar marcha atrás en los casos que tiene y las ordenes de ejecución de la pena de muerte continúan vigentes.