El Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República (IBD) dio a conocer un reporte según el cual a la economía mexicana “aún no se le han logrado inducir cambios estructurales para elevar la productividad, el empleo y la inversión pública del país”.
La economía nacional sigue enfrentando los retos de transformar las condiciones del sistema productivo y de mejorar el diseño e instrumentación de la política económica, para superar las debilidades estructurales, elevar el nivel del PIB y evitar la persistencia de un ritmo inercial de crecimiento para los próximos años, dice el documento.
Elaborado por investigadores de la Dirección General de Investigación Estratégica del IBD, dicho reporte adelanta que podría darse un eventual cambio de tendencia en el comportamiento positivo de las exportaciones y del gasto en la formación bruta de capital.
De confirmarse este comportamiento, sumado al nivel de consumo, privado y de gobierno, observado desde 2013, “es posible que la economía mexicana no logre cumplir con las expectativas de crecimiento de corto plazo, ni superar en 2017 las tasas de actividad alcanzadas en 2012”.
El informe del IBD hace un recuento del recorte en las expectativas de crecimiento, anunciado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el pasado 20 de mayo, además de que repasa el comportamiento de la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en nuestro país durante 2015.
Explica que en ese año, el PIB logró una tasa de crecimiento moderada (2.5 por ciento), lo que refleja “la persistencia de un dinamismo débil e inercial en la actividad productiva, que se confirmaría de cumplirse los pronósticos más bajos para 2016 y 2017”.
Cita al Fondo Monetario Internacional (FMI) para señalar que la situación en el país “coincide con el panorama internacional descrito por el mismo FMI, en el que las economías se recuperan a un ritmo lento sin alcanzar sus máximos niveles posibles de crecimiento”.
A partir de esta premisa, se advierte: “Ello significaría que las perspectivas de crecimiento en los próximos años podrían continuar cerca de la tendencia de largo plazo del PIB, si es que permanecen inalteradas las debilidades endémicas de la economía nacional”.
En el mismo sentido, el estudio establece que de acuerdo con indicadores del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) “se observa que desde agosto del año pasado, la economía nacional se encuentra decreciendo y por debajo de su tendencia de largo plazo”.
“Esta situación se ha mantenido hasta febrero de 2016, acumulando siete meses consecutivos de desaceleración, y es posible que, de mantenerse los riesgos coyunturales, no se logre revertir esta tendencia en el corto plazo”, se agrega.
“Esta debilidad se explica fundamentalmente por las deficiencias estructurales de la economía nacional relacionadas con el sistema productivo y la fragilidad de las cadenas de valor agregado, el dinamismo del mercado interno, los desequilibrios en el mercado de trabajo, la orientación de la política económica, la pérdida de importancia de la inversión pública, el desmantelamiento de la política industrial, entre otros factores”.
La investigación del IBD reconoce por otra parte que “las reformas denominadas estructurales han creado fuertes expectativas de crecimiento”, pero “las limitaciones en el diseño e instrumentación de las reformas y de las políticas públicas implementadas recientemente podrían representar un riesgo para alcanzar niveles de crecimiento más elevados”.
Frente a las dificultades de implementación de la reforma energética, reconoce que “otras reformas perfilan resultados preliminares algo más positivos”, como la reforma financiera, la reforma hacendaria y la de telecomunicaciones.
Sin embargo, el Instituto reitera: “Aunque fuese deseable tener evidencia de los impactos iniciales de las reformas, es difícil afirmar que se están presentando ya efectos positivos sobre el crecimiento de la economía mexicana”. Considera necesario “encontrar evidencias claras de la relación entre los cambios legislativos y el crecimiento productivo”.