Abro esta primera colaboración con mi agradecimiento a los directivos de tan importante medio, en el que espero sea una aportación en pro del debate nacional. No es una empresa sencilla establecer una posición en una de las ciencias más antiguas. Y no lo es porque si bien es una de las más maduras en cuanto a sus avances en el método y aportaciones a las
ciencias sociales, siempre resulta un reto establecer una posición teórica y sobre todo realizar una defensa de la misma, con todo y elementos de comprobación.
Pretende ser una columna que abone al debate nacional sobre nuestro rumbo en la materia, desde la visión microeconómica hasta las decisiones nacionales. Pretende ahondar en aquellos temas que se discuten y que están relacionados con la cosa pública, con las políticas públicas, éstas últimas como brazo ejecutor de la administración pública.
En economía, las fórmulas que se han establecido para contar con un resultados sólidos, estables y un blindaje ante los efectos externos son innumerables y pocas veces con claros resultados. Van desde aquellas épocas en las que México encontró oportunidades de crecimiento –milagro mexicano-, para posteriormente apostarle al crecimiento hacia adentro -sustitución de importaciones- hasta las de apertura económica derivado de la firma del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio o GATT en 1986, hasta la entrada en 1994 del TLCAN como señal del modelo que prevalecerá hasta nuestros días, estas últimas caracterizadas por constantes crisis económicas, ya sea de origen interno o externo, con las respectivas consecuencias.
En esta ciencia hay quienes defienden a los modelos donde el Estado debe estar en cada paso del proceso de nuestra economía, es decir, un modelo más hacia el centro, así como aquellos que sostienen que la economía sólo es entendida en un escenario de libertades, libertades de elección, de mercado, de producción.
Son los mundos en términos generales en los que hemos oscilado, pero lo que no ha cambiado es la larga lista de pendientes que en la materia tenemos, que si bien tenemos estabilidad macroeconómica, por un lado, pero por otro, contamos con altas cifras en pobreza en todas sus dimensiones.
Existe disciplina en las variables nacionales, esto contrasta con la baja productividad que tenemos, con un ingreso per cápita que ha logrado aumentar de manera congruente con las necesidades de la población, con un mercado laboral deprimido, con altas tasas de desempleo e informalidad. Para los agoreros de la desgracia éste es un país que no tiene solución y proponen salidas tajantes. Parece que estamos ante dos modelos de propuestas para salir adelante, la discusión entonces, tiene que ser cómo hacemos para aprovechar de forma óptima los recursos con los que contamos, cómo comenzamos –en serio- a resolver aquellos rubros más importantes en la materia que nos convoca.
Esta columna pasará inevitablemente por algunas posiciones que continúan siendo discutidas, sin embargo, se ahondará en algunos aspectos que considero han sido pocos explorados, a manera de provocación que permitan ver a la economía como algo asequible, por ello, resultará en un doble reto: aportar a la ciencia económica pero a su vez generar discusión real y seria, evitando las opiniones de carácter ordinario que no contribuyen a dar pasos sólidos, que sea sí, un espacio de propuestas, que nos atrevamos a llamar a las cosas por su nombre. Así estaremos en condiciones de hacer nuestra aquella frase del expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton “es la economía…”