Después un viaje que inició hace una década, la sonda Rosetta realizará mañana la más compleja maniobra de ingeniería en el sistema solar, cuando trate de bajar, desde una altura de 22 kilómetros, al módulo Philae sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Nunca antes en la historia de la investigación espacial se había intentado algo parecido.
De confirmarse esta noche que las condiciones son adecuadas para la maniobra, la nave espacial liberará mañana al módulo alrededor de las 08:35 GTM, en un proceso de 7 horas para aterrizar en el cometa, que se mueve 40 veces más rápido que una bala en movimiento, girando, expulsando gas. El punto primario para que Philae descienda es el “J”, llamado Agilkia, pero existe un plan “b” si las condiciones no fueran propicias en esta área, que podría esperar con rocas, grietas, desniveles y probablemente mucho polvo, al módulo.
De cambiar el lugar de aterrizaje, la maniobra se retrasará alrededor de seis horas, pero una vez que la nave desprenda a su pasajero ya no habrá marcha atrás y no sabremos si se mantiene a salvo, y se posó correctamente sobre la superficie de la roca, hasta 28 minutos 20 segundos después, tiempo que tarda en viajar la señal entre las naves y la Tierra en una distancia mayor a los 500 millones de kilómetros, en algún sitio entre las órbitas de Marte y Júpiter.
“Philae es autónomo, pero no tiene forma de propulsión y sólo tiene unos retrocohetes que empleará cuando se pose sobre la superficie, lo empuje y evite que rebote contra la roca”, señala Alberto Flandes, investigador del departamento de Ciencias Espaciales del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien colabora en la misión.
“Una vez que sea soltado por Rosetta ya no hay forma de maniobrarlo, por lo que Philae deberá bajar cuando estemos seguros de que el momento y la trayectoria que tomará es la mejor”.
RECUENTO. A principios de 2014, Rosetta —cuyo nombre fue tomado de la antigua estela que permitió descifrar los jeroglíficos egipcios— despertó de su hibernación que inició en 2011, después de sobrevolar los asteroides Steins y Lutetia, en 2008 y 2010. Antes, sobrevoló la Tierra tres veces y a Marte una más para ajustar su órbita en su rumbo hacia el cometa 67P.
El 6 de agosto pasado, la nave hizo su primer acercamiento a la roca espacial (a 100 kilómetros) con lo que inició la exploración del mejor punto de aterrizaje del módulo. Poco después de un mes se eligió el punto “J” de entre otros cuatro probables sitios, y como plan “b” al sitio “C”.
“J” es un lugar relativamente plano, sin rocas, sobre la porción más pequeña del cometa. Recibe bastante luz del Sol para los paneles solares del módulo de descenso y cuenta con un buen campo visual para las comunicaciones con Rosetta.
Ahora, el siguiente movimiento es el desprendimiento y aterrizaje de Philae (que hace referencia al nombre de una isla situada en el río Nilo) que bajará muy lentamente para desplegar sus arpones y tornillos y fijarse en la superficie del cometa.
La maniobra será delicada y quizá a algunos les recuerde descensos como el alunizaje del Eagle en la Luna o el Curiosity en Marte. Sin embargo, es algo totalmente distinto. “La Luna y Marte tienen una gran superficie, así que las naves son jalados por su gravedad. Por lo tanto, en esas misiones hay que evitar estrellarse —explica Flandes. El cometa 67P es mucho más pequeño, de alrededor de 4 x 4 kilómetros y su gravedad es muy pequeña, así como su densidad, por lo tanto no tiene la suficiente fuerza para atrapar al módulo”.
ORIGEN DE LA VIDA TERRESTRE. Tras esta proeza ingenieril, que no admite errores de cálculo, permitirá a Philae y sus 10 instrumentos científicos taladrar, hurgar e investigar el cometa como nunca antes. El investigador mexicano colabora en la misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) a través del Instituto Max Planck, en el equipo científico del experimento Sesame, que comprende otros instrumentos a su vez. Él trabajará con el dispositivo DIM, encargado de monitorear el polvo que se desprende del cometa.
Estos análisis, explica, permitirán ver el comportamiento del polvo conforme se acerquen al Sol, cuando se desprenda cada vez más. “Esto nos ayudará a comprender mejor de qué están hechos los cometas en su estructura interna de la que sólo tenemos indicios”.
Los científicos también analizarán el tipo de gases que emiten o cómo sus electrones se van desprendiendo y reaccionan con partículas cargadas. “Pero estar en la superficie, analizando un cometa nos dará información nueva más allá de su dinámica y su estructura”.
Esto significa que el análisis, agrega, podría darnos pistas sobre el origen mismo del sistema solar: los cometas están formados por material prístino, cuyos ingredientes formaron nuestro sistema. “Pero además nos permitiría hallar indicios de si los cometas pueden ser portadores del agua e ingredientes de la vida que llegaron a la Tierra”. Al igual que la estela egipcia, los científicos esperan que la misión abra nuevos horizontes a la comprensión humana.
Aterrizar a Philae será un momento crucial más en esta misión, que lleva una década vislumbrando una misión espacial más cercana de la ciencia ficción que de la realidad. Incluso, Flandes señala que en el inicio de esta aventura existía cierto pesimismo entre los investigadores por el enorme reto que representaba.
“Pero conforme se ha desarrollado la misión, por el desempeño de la nave y la precisión que se ha logrado, el optimismo ha crecido y estamos confiados en que todo saldrá bien”.