Moléculas en el medio interestelar

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Una de las preguntas que persigue a los seres humanos desde tiempos remotos es la que se refiere al origen de la vida, por ejemplo, ¿qué es lo que hace que de moléculas simples surjan organismos complejos? y ¿cómo se da la transición de organismos

complejos en seres pensantes que se pueden formular dicha pregunta?

El especialista del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), Arturo Gómez Ruiz, explicó cómo es que la física, la química y la ingeniería, unen esfuerzos para buscar algunas respuestas, durante la charla “Moléculas en el medio interestelar” que se llevó a cabo en el Museo de las Ciencias Universum, de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico.

Para entender el contexto de cómo se buscan estas respuestas en el Universo, hay que recordar que la vida se compone de estructuras moleculares complejas surgidas a partir de moléculas más simples que se encuentran en el medio interestelar y que interaccionan entre sí.

“Queremos estudiar los orígenes de la vida y la vida tiene que empezar por algo muy sencillo, los elementos químicos más simples se van a hacer cada vez más complejos”, dijo el investigador quien detalló que la importancia del medio interestelar es que a partir de sus gases y polvo compuestos de elementos químicos surge un ciclo sin fin de reacciones moleculares.

Ante un público compuesto principalmente por jóvenes, explicó que “la importancia de estudiar el medio interestelar en el contexto de la química de la vida es que las nubes moleculares son el primer paso de la formación de los ingredientes primordiales para la formación de moléculas complejas”.

La pregunta entonces es, ¿cómo estudiar la composición química del Universo cuando los vehículos espaciales ni siquiera han conseguido salir de nuestra galaxia?, muy sencillo: por medio de la luz.

“Los astrónomos pueden identificar los elementos químicos aún sin llegar de forma directa a rincones tan lejanos del Universo porque cuando los átomos hacen transiciones energéticas (el cambio de un electrón de una órbita a otra) pueden emitir o absorber luz y la luz emitida por estas transiciones tiene una frecuencia muy específica del espectro electromagnético”.

Las diferentes frecuencias que presentan las ondas de luz, constituyen el espectro electromagnético. Una parte pequeña del mismo corresponde al rango visible (lo que los humanos podemos ver) mientras que otras regiones están compuestas por frecuencias de onda más lentas como las correspondientes al infrarrojo, las microondas y ondas de radio; y entre las frecuencias mayores se encuentran el ultravioleta y los rayos X y gamma. Dichas frecuencias sirven para identificar los elementos químicos y moléculas de manera análoga a una huella dactilar.

Pero entonces surge un grave problema: Nuestra atmósfera nos protege de toda la radiación que llega del espacio y al mismo tiempo le dificulta mucho el trabajo a los astrónomos que desean observar toda la luz posible y que ésta no deja pasar.

Y entran en escena los telescopios milimétricos, que observan a longitudes de onda milimétricas, es decir, las microondas. La construcción de estos súper aparatos de observación muchas veces requiere de la colaboración internacional, como en el caso del telescopio Atacama Pathfinder Experiment, que surgió de la colaboración entre el Instituto Max-Planck en Alemania, el Observatorio Europeo Austral en Chile y el observatorio espacial Onsala en Suecia.

México no se queda fuera de la carrera. Desde hace aproximadamente 20 años aporta a las investigaciones con su Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano ubicado en el estado de Puebla, que cuenta con la colaboración de científicos del INAOE y del departamento de astronomía de la Universidad de Massachusetts, en Estados Unidos.

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