Tal y como le sucedió al matemático griego Arquímedes de Siracusa con el famoso ¡Eureka!, al multipremiado matemático mexicano José Antonio de la Peña, sus mejores ideas han surgido también durante la ducha.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt en el marco del congreso El futuro de la ciencia: especulaciones y certezas que realiza la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como homenaje a De la Peña por su 60 aniversario, el especialista en representaciones de álgebras confesó que la regadera es su aliada para generar buenas ideas, aunque todavía no sabe por qué.
“Mi mujer dice que me tardo mucho en la regadera, se que eso no está bien para el medio ambiente, pero a veces me pasa que cuando me baño, de repente, sin planearlo, surge una buena idea”.
En la regadera le surgió la idea de cómo demostrar una conjetura de Pierre Gabriel, que resultó fundamental para la clasificación de las álgebras de tipo de representación finito. Así como algunas ideas que derivaron en el artículo científico The universal cover of a quiver with relations, publicado en Journal of Pure and Applied Algebra, en 1987, que contabiliza más de 150 citas.
Reconoció que es muy difícil predecir cuándo se tendrá una idea, pues regularmente aparecen como relámpagos que desaparecen en cuestión de segundos, pero que ya iluminaron el camino.
“Cuando se te ocurre algo, generalmente uno sabe que eso es una buena idea, o una buena pregunta o algo interesante y lo que sigue es trabajar muy duro para aterrizar esa idea”.
Con gran humildad, expresó que no sabe si es talentoso o no, lo único que tiene claro es que trabaja muchas horas al día, a veces son más, a veces menos, pero es a lo que se dedica todo el día.
“No sé si soy bueno o no… pero el legado que quiero dejar es que el trabajo constante, con disciplina, pasión y ética siempre rinde frutos (…) Los que nos dedicamos a la ciencia tenemos que acostumbrarnos a la frustración, la ciencia no sale a la primera, en la ciencia no todo es éxito”.
Productividad científica
Relató que había un investigador que calculaba las horas que los científicos pasaban trabajando y las comparaba con las horas en que se obtenían resultados, y la diferencia era abismal, por lo tanto, desde muy joven, José Antonio de la Peña comprendió que si quería lograr algo, debía dedicarle mucho tiempo, lo cual no es tan difícil si se hace lo que realmente te apasiona.
Respecto a cómo llega De la Peña a los 60 años, expresó “llego vivo en todos los sentidos, contento y satisfecho con lo que he hecho, claro que tengo muchos pendientes aún y qué bueno que haya muchas cosas por hacer porque eso quiere decir que uno está dejando cosas para que los demás hagan”.
En los próximos años, el expresidente de la Sociedad Matemática Mexicana, de la Academia Mexicana de Ciencias y excoordinador del Foro Consultivo Científico y Tecnológico espera concentrarse solo en la labor científica.