La práctica totalidad de la comunidad científica, en el campo de la astronomía, se ha puesto de acuerdo en que el núcleo de cada galaxia contiene un agujero negro muy masivo o supermasivo. Esta idea se planteó hace muchos años y se ha reforzado debido a los múltiples descubrimientos que han localizado agujeros negros prácticamente en cada una de las galaxias que se estudia.
Cada galaxia puede contener decenas de agujeros negros, pero solo uno parece ser el responsable de mantener unidas a millones, cientos de miles de millones o billones de estrellas dentro de una galaxia. Este supermasivo agujero negro se localiza en los núcleos de estas galaxias, esencialmente en las galaxias espirales y elípticas, ya que otras galaxias irregulares, de anillo, etc, no son perdurables en el tiempo (no obstante es posible que se conviertan en espirales o elípticas).
Un agujero negro es un objeto peculiar, diríase que exótico, único y de momento poco comprensible, aunque las bases sobre ellos están establecidas. Un agujero negro supermasivo, con una masa de millones o miles de millones de veces la solar, es en esencia un túnel enorme en el espacio, con una gravedad inimaginable que atrae a billones de estrellas, que giran a su alrededor durante miles de millones de años, excepto las más cercanas, que son absorbidas y desintegradas.
Uno de los supermasivos agujeros negros de mayor masa que se conocen se localiza en la galaxia elíptica gigante NGC 4889, ¡con una masa de 21.000 millones de soles! Esta galaxia de 300.000 años luz de extensión (tres veces mayor que la nuestra), está enclavada en el centro de un subcúmulo de galaxias, una parte del cúmulo de galaxias de Coma, y está engullendo otras galaxias mayores, además de atraer a otro subcúmulo de galaxias de Coma. La masa del agujero negro de esta galaxia es una quinta parte del total de la masa de la Vía Láctea.