Del 4 al 5 de septiembre del año en curso, se llevará a cabo en la Ciudad de México el Primer Congreso Nacional de Bioturbosina que pretende dar a conocer los
resultados de investigación científica y tecnológica que diversas instituciones nacionales y extranjeras —organizadas en el llamado Clúster de Bioturbosina— han llevado a cabo desde hace dos años.
Como parte de las actividades que realiza este grupo de trabajo, coordinado por el doctor David Ríos Jara, de la División de Materiales Avanzados del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt), el congreso pretende avanzar las alianzas que para los sectores público y productivo/industrial puedan resultar benéficas, en cuanto al uso de este biocombustible, para la reducción de manera considerable de los gases de efecto invernadero, contribuyendo así con innovación tecnológica y científica, para impactar a largo plazo en el amortiguamiento del cambio climático global.
“Es un proyecto interesante (el Clúster de Bioturbosina) que surgió ante la convocatoria del Fondo de Sustentabilidad Energética de la Secretaría de Energía y Conacyt. Es un proyecto que compitió y ganó un apoyo por cuatro años de 380 millones de pesos. Participan nueve instituciones nacionales (ocho de las cuales son centros públicos Conacyt y el IMP) y dos extranjeras. Vamos a llegar a la primera mitad del proyecto en septiembre, y se ha desarrollado en diferentes vertientes”, comenta Ríos Jara en entrevista.
Y es que la bioturbosina es una forma de combustible renovable para la industria de aviación y aeronáutica, tan crucial para la vida de la civilización occidental, producida por lo general a partir de biomasa (materia orgánica de origen animal o vegetal, incluidos los desechos orgánicos), capaz de ser energéticamente aprovechable de conformidad con acuerdos internacionales fijados para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
“México ha firmado este tipo de tratados y, por ende, hay interés nacional por que este combustible se desarrolle a partir de plantas o insumos naturales. El tipo de biomasa que se está considerando es una con diferentes orígenes. Por un lado, se pueden usar aceites contenidos en plantas oleaginosas en particular, siempre y cuando y por norma internacional no uses plantas comestibles o que crezcan en tierras que eventualmente se puedan utilizar para la alimentación”, afirma el investigador.
El clúster también desarrolla otras líneas de trabajo, cuyos resultados serán presentados en el Congreso Nacional de Bioturbosina y que versan sobre la producción de biomasa para biocombustible a partir de grasas animales provenientes de los rastros; así como grupos de trabajo que investigan las plantas higuerilla (Ricinus communis), jatrofa (Jatropha curcas) y salicornia (Salicornia bigelovii), que son plantas con alta presencia de aceite en sus semillas y que crecen en lugares poco benéficos para la agricultura, comenta el investigador.
“Otro grupo trabaja con la transformación. Una vez que se tiene el aceite o materia prima, se tiene que transformar mediante procesos químicos, y hay dos tipos de estos procesos que consideramos en el clúster porque están certificados a nivel internacional, lo cual puede garantizar la adquisición del biocombustible por parte de empresas aéreas. Un proceso es la producción a partir de los aceites orgánicos, y otro es a partir del bagazo de plantas, como la masa lignocelulosa de plantas, para producir azúcares y alcoholes para crear bioturbosina”.
Resultados del análisis de ciclo de vida y sustentabilidad de la bioturbosina también serán presentados, ya que los estándares internacionales prevén que los procesos productivos de bioturbosina deben emitir menos dióxido de carbono (CO2), en comparación a la producción de turbosina obtenida por la explotación de combustibles fósiles, lo cual podría garantizar que el biocombustible producido y estudiado por el clúster nacional cumpla con altos estándares internacionales.
“Nosotros queremos que una vez generada la tecnología correspondiente para la producción de este tipo de biocombustible, se generen las condiciones para el establecimiento de una industria de bioturbosina. ¿Qué implica eso? Hacer análisis de mercado, de viabilidad y corridas financieras, etcétera, porque buscamos al final del proyecto inversionistas que se interesen en este nuevo negocio para que el combustible orgánico pueda llegar hasta el ala de los aviones”, reflexiona el investigador doctorado en física de materiales por el Institut National des Sciences Appliquées, en Lyon, Francia.
Diversos sectores
La convocatoria al congreso busca reunir agentes de los diversos sectores productivos, industriales o privados involucrados en el sector energético y comercial de combustibles, desde el sector agrícola hasta usuarios finales como aerolíneas, además de que se contará con la participación de especialistas nacionales y extranjeros.
El Congreso Nacional de Bioturbosina tiene cupo limitado y será celebrado en las instalaciones del Hotel Fiesta Americana Reforma de la Ciudad de México, el 4 y 5 de septiembre del año en curso, al cual podrá asistirse vía registro previo.
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Página de registro aquí.
También habrá presencia de personal proveniente de centros miembros del clúster como el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), el Centro de Investigación en Química Aplicada (CIQA), el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), el Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (Ciatej), el Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica (Cideteq), el Centro de Innovación Aplicada en Tecnologías Competitivas (Ciatec) y, por supuesto, el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica.
Respecto a la importancia de este biocombustible y la transición energética gradual, constante e histórica que se vive hacia los combustibles y energías alternativas, el académico explica que el estado de este tipo de biocombustibles aún se encuentra lejos de ser un verdadero rival para oponerse a los combustibles fósiles, sobre todo por razones económicas relativas al mercado del petróleo y al virtual alto costo que tiene la producción de bioturbosina.
“También tiene que ver con los incentivos. En varios países hay incentivos por el uso de este tipo de biocombustibles, cosa que en México no sucede. No se ha legislado para generar incentivos para el uso de estas energías alternativas, lo cual sería un detonador para una industria de este tipo, que podría crear otras opciones como biodiesel o biogás”.
Y es que a pesar de que las grandes potencias del mundo están invirtiendo para una transición a energías alternativas a corto plazo, la industria de la aviación aún no presenta las condiciones tecnológicas para el uso de otras energías, como la energía eléctrica en la industria automotriz, por lo que debe continuar con el uso de combustibles líquidos, en palabras del académico.