El desamparo aprendido es una teoría desarrollada por Martin Seligman, conocido como el padre de la psicología positiva. De acuerdo con Seligman, cuando la persona o animal sufre fracasos en la vida en cierto aspecto, la persona siente un temor de seguir intentando un posible logro y abandona el deseo de intentar hacerlo nuevamente. Esto se conoce como el desamparo aprendido.
Una persona que desde su más tierna infancia está sometida a una gran cantidad de agresión, descalificación, frustración y falta de afecto, adquirirá una sensación de incompetencia que le acompañará el resto de su vida y será el ingrediente principal para que dicha persona se de por vencida antes de intentar tener logros.
La vida humana, dependiendo de cómo sea viva, y de nuestra manera de relacionarnos con el mundo, puede ser una sucesión de experiencias hermosas, nutritivas y significativas que nos permitan alcanzar plenitud y paz. También es posible, sin embargo, que esas experiencias resulten frustrantes, dolorosas y desalentadoras.
Que sea de una manera o de otra depende de causas diversas que pueden ser de tipo biológico, psicológico o cultural. Las predisposiciones innatas de corte genético pueden degenerar en limitaciones de la capacidad funcional física o mental; los aspectos sociales o políticos, pueden hacer que nos veamos envueltos en grandes carencias de recursos necesarios para sobrevivir o en guerras que reduzcan al mínimo la calidad de vida. Aquí, sin embargo, se hará referencia a un tercer factor, el psicológico, como agente causal principal para la reducción del éxito y la felicidad. En especial, se hará referencia a una categoría, concepto o constructo psicológico que se dado en llamar: “desamparo adquirido”.
En términos generales, el desamparo es considerado un pesar, una enfermedad, una maldición de gran potencia limitante. Puede decirse que es un estado en el que se ven debilitados o extinguidos, el amor, la confianza, el entusiasmo, la alegría y la fe. Es una especie de frustración e impotencia, en el que se suele pensar que no es posible por ninguna vía lograr una meta, o remediar alguna situación que se estima negativa. Es una manera de considerarse a la vez: atrapado, agobiado e inerme.
Desamparo no es ni decepción ni desesperación. La decepción es la percepción de una expectativa defraudada, la desesperación es la pérdida de la paciencia y de la paz, un estado ansioso, angustiante que hace al futuro una posibilidad atemorizante. La desamparo, por su parte, es la percepción de una imposibilidad de logro, la idea de que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nunca, lo que plantea una resignación forzada y el abandono de la ambición y del sueño. Y es justamente ese sentido absolutista, lo que le hace aparecer como un estado perjudicial y nefasto.
Para superar la Desamparo adquirido, es necesario:
Ø Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad.
Ø Asumir que todo pasa y que cada día es nuevo, y está lleno de posibilidades y potencialidades.
Ø Buscar formas creativas de abordar la situación valorada como amenaza.
Ø Apoyarse en personas que tengan otros recursos que usted no posea.
Ø Reevaluar o reconceptualizar la situación en busca de ángulos positivos.
Ø Aceptar, adaptarse y esperar un mejor momento para actuar, si considera que realmente nada puede cambiarse aquí y ahora.
Ø Centrarse en los recursos, dones y talentos, en vez de enfocarse en el problema o en sus posibles consecuencias negativas.
Ø Buscar en su experiencia conductas que le hayan servido para superar situaciones similares.
Ø Segmentar la acción. No se enrede. Defina una estrategia y dé un paso a la vez para salir del atolladero.