Muchísimos mexicanos mendigan su bastardía hispana, sin embargo, a Hernán Cortés solamente lo movió la ambición, a los nativos de México nunca los consideró merecedores de valía. Para la Iglesia Católica ellos eran herejes, por lo tanto, no existió obstáculo para descuartizarlos, esclavizarlos, ahorcar gente morena, violar y preñar mujeres, además de quemar vivos en la hoguera a los que se interpusieran al bautizo, y a los invasores españoles. Para sustentar estas afirmaciones, yo Manuel Peñafiel autor de este texto, vislumbro hacia el pasado, en 1492, para facilitarle suficiente tripulación a Cristóbal Colón, los reyes católicos Fernando V e Isabel I firmaron una orden que por la gracia de dios exoneraban de sus crímenes a los presidiarios que acompañaron al desorientado, depredador y devastador ecológico genovés hacia el continente ahora llamado América.
En 1504, a los diecinueve años de edad Hernán Cortés se trepó a un barco con rumbo a La Española ( Haití – República Dominicana ), en Santo Domingo comenzó una vida mediocre de tinterillo en la oficina de Diego Velázquez, convertido por la fuerza de las armas en gobernador de la isla, su jefe le encomendó someter a los nativos de Haití, con su espada aún goteando sangre, Hernán Cortés a su vuelta fue recompensado con tierras y esclavos naturales. Posteriormente Diego Velázquez lo contrató como secretario y ambos parásitos partieron en 1511 hacia Cuba para someterla; a su arribo a la isla Diego Velázquez incineró vivo en la hoguera al soberano Hatuey, quien tuvo el valor de repudiar con sus flechas a los saqueadores, quienes vivieron años de bonanza tras apoderarse de tierras de cultivo con esclavizados labriegos.
Las atrocidades cometidas en contra de los nativos no eran crímenes para los clérigos católicos, Fray Bartolomé de las Casas escribió refiriéndose a Diego Velázquez:
“Era hombre apacible y de buen carácter, aunque dado a los arranques de ira y toda su conversación era de placeres y agasajos “.
Es en Cuba donde Diego Velázquez y Hernán Cortés se enredan con las hermanas españolas Suárez, quienes habían llegado a la isla en busca de matrimonio con hombres ricos. Hernán Cortés prometió llevar ante el altar a Catalina Suárez Marcaida (algunos historiadores la apellidan Juárez ), sin embargo su volubilidad quebró la promesa hecha, entonces Velázquez presionado por la hermana de Catalina, obliga al mentiroso a contraer nupcias con la quejosa, Cortés al negarse fue hecho prisionero.
Tiempo después con tal de abandonar las mazmorras y recobrar los favores del gobernador, Cortés se resigna a casarse con Catalina Suárez, el regalo de bodas de Velázquez fue nombrarlo alcalde de la ciudad de Santiago, además, recibió como obsequios más esclavos, bateas para sacar oro, y ropa de vestir. Hernán Cortés, nacido en Medellín, España en 1485, fue un burócrata trepador, cuya ausencia de principios éticos y avaricia, lo encumbraron hasta la exagerada leyenda triunfalista, finalmente cayó al desfiladero donde terminan los individuos ruines.
Entre los compañeros marítimos de Hernán Cortés, muchos de ellos habían pasado por Sevilla, el principal foco de intercambio epidemiológico de Europa. La mayoría de los españoles que embarcaron para América, procedían de regiones meridionales incubadoras de enfermedades infecciosas, los libros antiguos mencionan las ámpulas genitales conocidas por bubas en Aragón; la viruela en Andalucía; la lepra de Asturias; el paludismo de Valencia, y la peste bubónica que azotó Aragón.
Los rapaces españoles no solo llegaron a devastar las civilizaciones autóctonas, sino que trajeron consigo microbios y gérmenes, diminutos aliados que los favorecieron en su pillaje. El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón desembarcó en la isla Guanahani en el archipiélago de Las Antillas, donde plantó hipócrita cruz, sin embargo, oculta bajo los pliegues de su piel traía la bacteria Treponema Pallidum, portadora de la sífilis que él mismo padecía, según algunos historiadores, yo Manuel Peñafiel al escribir estas líneas, concuerdo con aquellos ciudadanos de las islas del Caribe que han derribado los monumentos que antaño le rendían homenaje al depredador genovés.
Después de los descubrimientos litorales promisorios de grandes fortunas hechos por Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, a Hernán Cortés lo perturbó la codicia, agobiado por el calor climático de Cuba, las molestias de la sífilis lo mantenían insomne, la enfermedad venérea al principio había pasado desapercibida, sin embargo, en su segunda fase causábale afiebradas jaquecas. Hastiado por el ocio, su obsesión por enriquecerse le provocó salpullido en la mente, arrebatadamente decide entonces organizar una expedición marítima en busca de las tierras firmes, donde él presentía que hallaría el ansiado oro. Movido por su compulsiva necesidad de acción, no halló reposo hasta abandonar Cuba al mando de una travesía marítima rumbo a Cozumel, aún sin la autorización del gobernador Diego Velázquez.
Al alejarse el barco, Cortés contempló el ajetreo del puerto, muchos de los criados y campesinos habían sido secuestrados de sus aldeas africanas, y traídos encadenados para suplantar a los nativos caribeños, cuya mayoría había caído exhausta bajo el látigo español que los obligaba a cultivar la caña de azúcar. Inmisericorde ante el sufrimiento de aquella gente, el viajero escupió hacia la mar, insensible incluso ante la separación de su esposa Catalina Suárez. Yo Manuel Peñafiel autor de esta investigación, afirmo que el sanguinario Hernán Cortés más tarde desembarcaría en México, donde su crueldad lo convertiría en un homicida encumbrado.