Artista que se caracterizó por mezclar en sus obras la herencia precolombina, la experimentación y las innovadoras tendencias que sucedían en Europa, Rufino Tamayo destacó como uno de los máximos exponentes de la pintura en
el mundo.
De acuerdo con la biografía del creador publicada en el portal del Museo Tamayo Arte Contemporáneo, nació el 25 de agosto de 1899 en el barrio Carmen Alto de la capital oaxaqueña. Su madre murió en 1911 de tuberculosis y su padre había abandonado a la familia poco antes.
Por ello, quedó al cuidado de sus tíos Amalia, Leopoldo y Sebastián, quienes también en 1911 se trasladaron a Ciudad de México para establecer un negocio de frutas en el Mercado de La Merced.
Su primer contacto con el arte fue a través de coleccionar tarjetas postales que reproducían pinturas famosas y que adquiría en el Centro.
Al terminar la primaria fue inscrito para estudiar contabilidad, a fin de que se hiciera cargo del negocio, pero él se salió para iniciar sus estudios en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Bellas Artes, primero como oyente y a partir de 1917 de forma oficial.
Desde sus primeros estudios, Tamayo se inclinó por las formas novedosas europeas de finales del siglo XIX y principios del XX, como el impresionismo, cubismo, futurismo y fauvismo, a las que mezcló con las prehispánicas mexicanas.
Por ello fue que, poco afecto a seguir los lineamientos clásicos que se enseñaban en la escuela de San Carlos, ese mismo año abandonó la escuela para incursionar en un aprendizaje-práctica a partir de modelos del arte popular, según el sitio “biografíasyvidas.com”.
Así, al finalizar la Revolución Mexicana (1910-1917), dedicó su pincel a reflejar el espíritu de la sociedad mexicana, su vida cotidiana, por lo que fue acusado de traicionar a la Escuela Mexicana de Pintura y no poner su obra al servicio de los ideales políticos de la época, de nuevo de acuerdo con “museotamayo.org”.
Con su propio dinero montó su primera exposición en 1926, en un local de la calle Madero, y luego de ello, abrumado por el ambiente político que prevalecía en el país, se mudó a Estados Unidos, donde fortaleció su amor por las vanguardias conjuntadas con las imágenes tradicionales de su país.
En Nueva York residió de manera intermitente de 1926 a 1929 y permanente de 1934 a 1949, con visitas de verano a México, y, según la fuente, “muchas de las obras más importantes de su primer período creativo” las hizo en la “Gran Manzana”.
Fue en la década de los años 40 cuando desarrolló la técnica que le caracterizaría, emanada de sus intereses primarios: una nueva manera de figuración sintética, con personajes solemnes, a veces lacónicos, simbólicos y monumentales.
Ello tendría cierta relación con la escultura prehispánica, y sin embargo, entablaron un diálogo fluido, colorido y armónico con el arte de las vanguardias que le tocaron vivir.
Su reconocimiento ganaba terreno y para 1948 en México se le organizó una retrospectiva de gran envergadura, al tiempo que se le invitó a realizar dos murales en el Palacio de Bellas Artes, donde ya había otros de los maestros Diego Rivera (1886-1957), David Alfaro Siqueiros (1898-1974) y José Clemente Orozco (1883-1949).
En 1950 fue uno de los artistas invitados para representar con su obra a México en la Bienal de Venecia –primera vez que lo hacía el país- junto con Rivera, Orozco y Siqueiros, y entonces los medios europeos se dedicaron a difundir la obra de Tamayo, a la que calificaron de novedosa y propositiva.
Así, dejó Nueva York para establecer residencia en París, Francia, desde donde inició exposiciones en diferentes ciudades del Viejo Continente y sus trabajos eran comprados.
El panorama de ciudades recién salidas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), devastadas, en ruinas o en proceso de reconstrucción, hicieron que la paleta de Tamayo acogiera a los colores oscuros, que definieron sus pinturas de esa etapa.
Luego de más de una década de residir en París, regresó a México, donde en 1964 pintó el mural “Dualidad”, en el que aparece una escena simbólica de una lucha entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, en el Museo Nacional de Antropología e Historia, y recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
Se sucedieron entonces los reconocimientos en México y encargos, como el mural “El mexicano y su mundo”, para el pabellón del país en la Exposición Mundial de 1967 en Montreal, que actualmente se encuentra en el edificio de la cancillería.
O “Fraternidad”, para la Feria Internacional Hemisfair 68 en San Antonio, Texas, que actualmente se encuentra en el edificio de la Organización de las Naciones Unidas. También en 1968 celebró 50 años como pintor con una exposición en el Palacio de Bellas Artes.
Al entrar la década de 1970 su arte se volvió más sintético, los colores más vivos y las figuras más austeras, y al empezar el siguiente decenio abrió el Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, con más de 300 obras adquiridas por él.
En esa misma década se organizó una exposición celebratoria por sus 70 años de trayectoria, en el Palacio de Bellas Artes y en el Museo Tamayo, que exhibe más de 500 obras de caballete, algunos de sus murales y una selección de obra gráfica y dibujística.
Rufino Tamayo falleció el 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México.