Seres mitológicos como Vesta (diosa del fuego doméstico), Proserpina (Perséfone para los griegos) y Leda (esposa del rey de Esparta, Tindáreo), se han apoderado del Museo Nacional de San Carlos, para presentarse en la exposición “Tres arquetipos, tres
naturalezas. La estética grecorromana de Bernard de Montfaucon”.
A través de esas figuras se comprende la producción cultural de una gran comunidad que explicaba el mundo que nos rodea a partir de un sistema de signos, de acuerdo con el maestro Marco Arce, curador y estratega de “Tres arquetipos, tres naturalezas. La estética grecorromana de Bernard de Montfaucon”, que esta noche abre sus puertas en ese recinto.
La museografía, ubicada en la sala Manuel Tolsá, comprende la forma circular del templo de Vesta, construcción identificada como el centro del cosmos y que representa lo fijo y lo inamovible. Dentro de la exposición, que reúne los acervos del Museo Nacional de San Carlos, la Academia de San Carlos y de la colección de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
La excepcional pieza de Juan Cordero, “La princesa Romana vestida de Vestal”, se podrá admirar en el Museo Nacional de San Carlos (Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera, a partir de esta noche y hasta el 29 de mayo de martes a domingo, a partir de las 10 de la mañana. La entrada cuesta 45 pesos, hay descuentos habituales y el domingo es gratis.
“Con la finalidad de abordar las vastas y complejas relaciones que se dan entre divinidad, humanidad y naturaleza, tomamos tres personajes femeninos grecorromanos para acercar al público, a grandes rasgos, al complejo sistema de signos y elementos que esa cultura utilizó para explicar el mundo que nos rodea”, explicó Marco Arce durante un recorrido.
De esta forma, en la muestra “Tres arquetipos, tres naturalezas. La estética grecorromana de Bernard de Montfaucon”, conviven Vesta, Proserpina y Leda, personajes mitológicos que ayudan al espectador de hoy a comprender la producción cultural de una comunidad íntimamente entrelazada por un complejo tejido de relaciones muy bien interconectadas.
Marco Arce inició este proyecto al revisar el acervo gráfico del Museo Nacional de San Carlos, con un especial énfasis en las 72 láminas extraídas de “L’Antiquité expliquée et représentée en figures” (París, 1719-1733) del monje benedictino Bernard de Montfaucon (1655-1741), poco más del 10 por ciento del total de grabados que custodia el recinto.
“Se trata de un importantísimo documento que da cuenta de la primera gran enciclopedia del arte antiguo (griego y romano principalmente), para la cual se imprimieron más de tres mil placas de grabados”, explicó el artista al mostrar cada una de las piezas que integran la muestra, una de las más importantes con las que inicia el año
Probablemente, la parte más importante en la delicada curaduría fue encontrar, dentro de la propia colección del museo (como la obra de Juan Cordero “La princesa romana vestida de Vestal”, que forma parte de la exhibición) y en otras instituciones, las piezas que pudieran entablar un diálogo con los grabados mismos, abundó en sus declaraciones.
Luego acudió a otros acervos, como el de la Academia de San Carlos de la UNAM y la colección de la Facultad de Arquitectura, y por otro lado, planteó una atrevida propuesta museográfica para hacer que los visitantes tengan una experiencia que complemente algunos de los temas que giran alrededor de cada una de las deidades o personajes de la exposición.
Así, se transformó la sala en un círculo que recrea el templo de Vesta, porque una de las grandes divinidades romanas era ella, la diosa del fuego doméstico.
Su culto desapareció ya entrado el cristianismo. El templo de Vesta es de forma circular, lo cual lo identificaba con la Tierra, y al carecer de ángulos propaga una libre expansión hacia cualquier lado.
Proserpina, hija de Ceres, diosa de los cereales, y de Júpiter (Zeus en la mitología griega), fue secuestrada mientras recogía flores por el dios del inframundo, por lo que estaría destinada a ser la reina del inframundo.
Pero los lamentos de su madre hicieron que Júpiter mandara a Mercurio a interceder ante Plutón, y se logró que Proserpina regresara a ella, quien la recibió llenando de flores los campos.
Luego, seducida por Zeus, quien para ello tomó la forma de un cisne, Leda, esposa del rey de Esparta Tindáreo, dio a luz a cuatro hijos: Helena y Pólux, inmortales e hijos de Zeus, y Clitemnestra y Cástor, mortales e hijos de Tindáreo. La naturaleza del cisne resulta fascinante al ser un ave acuática, ya que une elementos contradictorios: Aire y agua.
De acuerdo con el guía y curador, la conjunción de lo divino con el reino animal también resulta en una serie de contradicciones, las cuales el ser humano heredará en la persona de Helena, mujer tan hermosa como fatídica, al causar, o ser la excusa, de la guerra de Troya. Todo eso está perfectamente explicado en la exposición que se inaugura hoy mismo.