Tras dos décadas de investigación en 10 yacimientos del estado de Nuevo León, la arqueóloga Araceli Rivera identificó un ritual de invierno de hace 8 mil años de antigüedad resultado de la interacción entre los primeros pobladores de México con animales extintos durante la Era de Hielo.
Durante los últimos 20 años, Araceli Rivera ha recorrido la región centro-sur de Nuevo León, desde los municipios centrales de General Bravo, China, Cadereyta, General Terán y Linares hasta el más sureño, General Zaragoza, la experta del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Nuevo León ha explorado yacimientos paleontológicos con fauna del Pleistoceno.
Ejemplares aislados, concentraciones de restos de animales diversos como mamut, mastodonte, bisonte, llama, camello, caballo, algunos en posible relación con herramientas elaboradas por el hombre en la época Paleoindia.
Los sitios se han hallado principalmente en los municipios de Aramberri, General Zaragoza, General Terán, China, General Bravo y recientemente un mamut aislado en Galeana.
Entre 2014 y 2015 la especialista informó del descubrimiento del yacimiento paleontológico Mohinos, donde hallaron restos de dientes, molares, huesos largos, cráneos, costillas y vértebras de mamutes, camellos, caballos, llamas y bisontes prehistóricos.
Mohinos se encontraba ubicado a 20 kilómetros de otro depósito arqueológico que poseía características rituales, sin embargo, hace 20 años sólo se habían hallado dientes de las especies antes mencionadas.
Rivera continuó las excavaciones de Mohinos hacia el oeste del yacimiento de megafauna y en un amontonamiento de sedimento salieron a la luz nuevas vértebras.
Al bajar la exploración a 80 centímetros del nivel de suelo, desde arriba pudo observar un animal desarticulado. Continuó quitando tierra y aparecieron dos mandíbulas sin cráneo. Entonces identificó una llama prehistórica casi completa.
La mayor sorpresa emergió de la tierra cuando, entremezclados con los huesos, se desvelaron tres artefactos de piedra caliza con marcas de haber sido usados.
El sedimento había compactado las tres herramientas líticas, mandíbulas, parte de las extremidades, casi toda la columna vertebral, las costillas y la pelvis de la posible llama.
La hipótesis de la arqueóloga es que, quizá, los primeros grupos humanos que llegaron a habitar las llanuras centrales de Nuevo León cazaron y aprovecharon la llama igual que al venado y otras especies; propone que los grupos paleoindios de dicha región convivieron a principios del Holoceno por lo menos con llamas y bisontes, antes de que esas especies se extinguieran igual que el mamut. Están pendientes estudios de paleontología para corroborar que los restos pertenezcan a una llama.
Ante estos hallazgos, Rivera con el apoyo del paleontólogo Joaquín Cabrales, dedujeron que se trataba de un acto ritual de antiguos pobladores que pudieron haber convivido con esa megafauna, finales del Pleistoceno.
Los estudiosos proponen que debió ser un ritual relacionado con el invierno; cuando los grupos humanos que habitaban estas llanuras pudieron haber sufrido carencias de alimento por el clima.
Rivera explica que a diferencia de la llanura, que contiene una ocupación humana Paleoindia y Arcaica, en la parte serrana de la región sur los vestigios arqueológicos son más recientes.
Al parecer los grupos Paleoindios se quedaron en la llanura cazando megafauna y por la sierra entraron otras oleadas nómadas más tardías, con otro tipo de artefactos y sin dejar evidencia de petrograbados.