A 60 años de que se tomara la primera fotografía digital, en 1957, sus impactos pueden verse por todas partes, explicó el maestro Miguel Ángel Meneses en la conferencia “La fotografía al alcance de la multitud. 60 años de fotografía digital 1957-2017”, que se realizó en el Museo de la Luz, que pertenece a la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“El ojo es el equivalente a una cámara obscura y las imágenes que se forman en el fondo del ojo son similares a lo que pasa en una cámara fotográfica”, comentó el profesor de genética de la Facultad de Ciencias de la UNAM, institución que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
El ojo es un mecanismo natural perfecto para capturar el mundo, el único problema es que las imágenes que registra son pasajeras, por ello, los humanos han estado tan obsesionados desde el inicio de su historia en encontrar mecanismos pare hacer permanente lo efímero.
Si bien el maestro habló sobre la historia de la fotografía abarcando desde Nicéphor Niépce -uno de los primeros en experimentar con sales de plata la fijación de imágenes en una cámara obscura- hasta George Eastman que fundó el imperio Kodak, el énfasis de la charla se enfocó en la función y efectos de la cámara digital.
Cuando se tomó la primera foto digital, “curiosamente no había cámaras digitales, se tomó con un proto-escáner y el equipo registraba los pequeños cuadros de la imagen (los pixeles)”, dijo Meneses.
La primera cámara digital apareció hasta 1975 y fue creada por un ingeniero que trabajaba para Kodak, Steven Sasson, algo irónico porque fue justamente este invento el que llevó a la compañía a la ruina.
A diferencia de la fotografía analógica en la que las imágenes se logran por medio de sales de plata, las fotografías digitales utilizan el fenómeno fotoeléctrico.
El sensor de una cámara digital está conformado por miles de celdas fotosensibles, pixeles, que reaccionan a la luz cuando los fotones o átomos de la luz interactúan con los átomos de dichas celdas. Esta interacción entre átomos genera electrones que convierten la luz en electricidad y la transforma en información sobre el color que está capturando. Cada uno de los pixeles capta una parte específica de la imagen y al juntarlos todos surge la fotografía final, como un rompecabezas perfecto.
Pensar el mundo actual sin fotografías suena inaudito. “En 2017 hay más teléfonos con cámara que las que pudiéramos imaginar. Nunca en la historia de la vida del humano había habido tanta posibilidad para tomar y mantener fotografías, y curiosamente estamos cerrando un círculo porque muchas de estas fotografías dejan de ser interesantes en un instante. Pasó lo mismo que con el cerebro, muchas imágenes las utilizamos por un momento y las desechamos”, concluyó el investigador.