Fue en el año de 1994 cuando un equipo de especialistas del INAH, comandados por el antropólogo Arnoldo González, descubrió en el edificio XIII, a un costado del Templo de las Inscripciones que resguarda la tumba del Rey
Pakal, un gran sarcófago de piedra con los restos de una mujer cubierta por completo de cinabrio, un mineral rojo carmesí difícil de conseguir que sólo se utilizaba en pequeñas cantidades, por lo que el vasto uso llevó a que se le denominara la Reina Roja.
Las investigaciones concluyeron que se trataba de Tz’ak-b’u Ajaw, consorte de Pakal y madre de Kan B’alam y K’inich K’an Joy Chitam, dos gobernantes de la region; enigmática mujer de Lakam’ha, “Lugar de las grandes aguas”, hoy conocido como Palenque, en Chiapas, y que habría muerto aproximadamente a los 60 años de edad.
Diversos estudios determinaron que era una gobernante de esa antigua urbe maya por dos emblemas de la realeza: una pequeña concha esgrafiada y un rosetón con los rasgos sobresalientes de un mono araña. Juntos formaban un medallón con la representación del Dios Sol en la parte inferior del tórax y sujeto al pectoral.
Este gran hallazgo se presenta al público mexicano por primera vez, en un lugar íntimo y secreto, muy similar a la cámara mortuoria de Palenque donde se encontraron los restos, incluso con un arco maya, el Museo del Templo Mayor, donde se reproduce íntegro el ajuar funerario de la Reina Roja, que data de hace mil 345 años, el cual consta también de una máscara hecha de malaquita, compuesta por 119 fragmentos de piedra verde que no es de la región, pero que es dúctil, lo que permitió a los artistas mayas delinear los rasgos de Tz’ak-b’u Ahaw.
Podrás conocer más detalles en la exposición La Reina Roja. El viaje al Xibalbá, que se presenta en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México hasta el 9 de septiembre, para luego regresar a Palenque e integrarse a la colección permanente que exhibe el Museo Arqueológico de ese sitio.
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