El rostro de una osamenta prehispánica, recuperada hace 35 años por el arqueólogo Román Piña Chan, en Michoacán, será reconstruido por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con participación de la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte de los trabajos de conservación y preservación de los restos óseos de un individuo que perteneció a las Culturas de Occidente, hace más de 700 años, y que al parecer formó parte de la elite.
La restauradora Luisa Mainou, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, explicó que a la osamenta, encontrada en unas milpas del municipio de Ario de Rayón, entre 1977 y 1978, y trasladada posteriormente al Museo Regional de Michoacán, se le han hecho estudios para determinar las características del individuo al que perteneció, y también recibe un tratamiento de preservación.
La especialista, quien dirige el Taller de Conservación y Restauración de Materiales Orgánicos de la CNCPC, explicó que como parte de dicho tratamiento se eliminó una capa de resistol que cubría cada uno de los huesos.
Asimismo, se procedió a la remineralización y bioconsolidación de la osamenta para favorecer su resistencia, dureza, flexibilidad y elasticidad. “De esta manera, se prolonga su conservación por más tiempo”, detalló.
La restauradora detalló que se hizo una reproducción del cráneo, con la que la antropóloga forense Lilia Escorcia hará una aproximación facial del personaje. La experta, adscrita al Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, colocará músculos profundos, medios y superficiales para darle volumen al rostro. Posteriormente el artista visual Irwing Minero le dará expresión.
Mainou indicó que la idea de esta reconstrucción es obtener datos adicionales de dicho individuo que perteneció a las Culturas de Occidente y que vivió durante el periodo Posclásico Tardío (1300-1500 d.C.).
“Antes de intervenir el entierro, tomamos un registro fotográfico por cuadrícula de cada uno de los huesos, pues la posición de los esqueletos en muchos casos es indicativo de la época y la región a la que perteneció el individuo en estudio”, indicó.
Luego del registro en imagen, los especialistas desmontaron hueso por hueso, partiendo de la cadera, para enseguida tenderlos en posición anatómica y proceder a una limpieza superficial y, posteriormente, a la remineralización y bioconsolidación de cada una de las piezas óseas, después de un secado paulatino.
Luisa Mainou abundó que previo a la remineralización, se realizó un análisis con un microscopio electrónico de barrido para determinar si realmente lo que se encontró en algunos huesos eran restos de tejido. “Los resultados determinaron la presencia de tejido blando mineralizado”.
Asimismo, los estudios realizados por el antropólogo físico, Jorge Gómez lograron determinar que el esqueleto pertenece a un individuo de sexo masculino, que murió entre los 22 y 24 años de edad. Tenía una complexión delgada, medía alrededor de 1.60 metros, y al parecer no realizaba trabajos físicos, debido a que sus huesos no muestran mayor desarrollo.