Centenares de ciudadanos y representantes del mundo cultural y político de México se volcarón el lunes al centro de la Ciudad de México para despedir a José Emilio Pacheco, un poeta tan querido como admirado, fallecido el domingo a los 74 años.
El premio Cervantes 2009 podía haber sido velado en el imponente Palacio de Bellas Artes pero, fiel a su humildad en vida, Pacheco prefirió ser despedido en el Colegio Nacional del que era miembro, y que este lunes quedaba pequeño ante el alud de personalidades y lectores anónimos que se acercaban a darle su último adiós.
"Es una pérdida irreparable, un gran amigo, el humanista de las letras mexicanas, el digno sucesor de tantas generaciones de intelectuales, que se fue prematuramente", decía compungido el historiador y escritor Enrique Krauze, encargado de leer un discurso en honor a su viejo amigo.
El sobrio ataúd de madera con los restos de Pacheco reposaba en el Aula Magna de la institución, que tantas veces se abarrotó en sus animadas charlas y que ahora lucía llena de coronas de flores.
Elena Poniatowska, premio Cervantes 2013, fue de las más afligidas al recordar el "sentido del humor" y lo "fundamentalmente bueno" que era Pacheco, "un pilar de la poesía en México y de una poesía ligada a la gente de la calle, a todos nosotros, pero también una poesía muy culta", dijo.
Todos, adolescentes o ancianos, que descubrieron el gusto por la lectura con "Batallas en el desierto" (1981) o se emocionaron alguna vez con la literatura del "maestro", como muchos le llamaban, llegaban a darle su último adiós.
"Desde que supe la noticia, sentí esa necesidad de despedirlo y a hacerle la promesa de que cuando sea ya historiadora pues también quiero hacer algo por mi país como él lo hizo", dijo Montserrat Ponsemata, una estudiante de historia de 25 años.
Avelardo Castillo, un profesor jubilado de literatura de 68 años que viajó desde el lejano estado de Tamaulipas (noreste), confesó que lo echará de menos: "Yo veo en él un retrato de lo que es México desde la segunda mitad del siglo XX. El era un cronista que nos dibujaba en sus novelas en el ambiente político, económico".
"SE FUE A SU SUEÑO, EL SUEÑO DE SU POESÍA"
La esposa del también novelista, ensayista y traductor, Cristina Pacheco, oficiaba de anfitriona del velorio junto a una de sus dos hijas, Laura Emilia. La viuda hizo, junto al ministro de Educación, Emilio Chuayffet, la primera guardia de honor al poeta, que fue seguida por cientos de lectores que acudieron a la despedida.
"Se fue quedando dormido y se fue, se fue a su sueño, el sueño de su poesía", dijo afligida doña Cristina, al contar a sus colegas periodistas que el viernes Pacheco se había golpeado la cabeza al caer en su habitación.
Según contó, los médicos explicaron a la familia que el escritor tenía una hemorragia tan severa que, de operarlo, había un 95% de probabilidades de que quedara en estado vegetativo.
"Jamás le hubiera yo hecho a José Emilio semejante cosa", expresó la periodista, confortada de que su marido se fuera trabajando y habiendo terminado una columna dedicada al poeta argentino Juan Gelman, fallecido hace apenas 12 días en la Ciudad de México.
"Es lindo pensar que en el último trabajo que él hizo se encontró con un amigo, con un poeta y, a lo mejor, andan juntos por ahí en alguna parte inventando historias, contando historias o haciendo poemas", expresó emocionada.
La viuda adelantó que Pacheco será incinerado porque "él no quería una tumba ni estar encerrado porque tenía claustrofobia" y, probablemente, sus cenizas se esparzan en el mar de Veracruz , donde pasó parte de su infancia.
Entretanto, el presidente del oficial Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, adelantó que el Palacio de Bellas Artes pronto le rendirá un gran homenaje. "Si una figura mexicana lo llena en toda su plenitud es Pacheco", dijo.
Escritores como Carlos Fuentes y Carlos Monsivais, así como la cantante Chavela Vargas fueron velados en los últimos años en el Palacio de Bellas Artes, por donde también pasó en 1954 el féretro de la pintora Frida Kahlo.