La forma de vida, alimentación y salud, entre otras características de los antiguos pobladores de Guerrero, son algunos de los resultados obtenidos por el estudio "Catalogación y recuperación de materiales óseos del estado de Guerrero", realizado por el antropólogo Jorge Cervantes.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó que el especialista estudió 22 colecciones óseas de restos de 198 individuos hallados en tumbas de diversas regiones de Guerrero, que incluye la Costa Chica y la Costa Grande, la Montaña, Norte, Centro y la ciudad de Chilpancingo.
En el estudio realizado desde hace más de 10 meses, también se pudieron observar patologías, modificaciones corporales y costumbres funerarias de los materiales encontrados en los años 80, producto de excavaciones realizadas luego del crecimiento del estado.
De acuerdo con el INAH, los restos, que fueron procedentes de la Costa, datan del periodo Preclásico (1200-200 a.C.) pertenecientes al grupo cultural "Yopes", mientras que los del centro de Chilpancingo son del Clásico Temprano (200-650d.C.) y son de los "Cohuixcas".
De forma paralela al análisis osteológico, también realizó un estudio bioantropológico, con el objetivo de confrontar la información de tipo óseo con la arqueológica y etnohistórica.
En cuanto a las características de sexo y edad, el 25 por ciento de los restos óseos corresponden a mujeres y 48 por ciento a hombres, mientras que en el sentido de la edad, sólo un individuo tiene entre 35 y 40 años, resumiendo que la esperanza de vida no rebasaba los 40.
El especialista detalló que las condiciones de vida y salud de las poblaciones eran similares a las actuales en cuanto a temperatura y clima se refiere, por lo que provocaba el mismo grado de escasez de agua y surgimiento de infecciones gastrointestinales de nuestros tiempos.
Las enfermedades también fueron reflejadas por elementos de los restos. Las caries fueron las más evidentes, en el Norte y Centro fueron por alimentarse de maíz, mientras que en la Costa, se basaba en animales.
Sobre las variadas costumbres funerarias, el antropólogo concluyó que hay restos que muestran exposición al fuego, y afectaciones por cuerpos que no fueron depositados en tumbas y cistas, pues los primeros demuestran afectaciones por factores como la temperatura, humedad e, inclusive, las raíces de los árboles.
Jorge Cervantes Martínez también lleva a cabo un proyecto de reconstrucción facial a partir de dos cráneos hallados en el 2000 en Valle de Tixtla, por el arqueólogo Antonio Porcayo.
Las piezas, que se encuentran en buen estado, corresponden a dos personajes adultos, el más grande de 35 a 40 años, clasificados con una antigüedad de 3,000 años a la fecha.
Sobre la idea, el antropólogo argumentó: "Quise plantear cómo habrían sido los habitantes que proceden del Valle de Tixtla, basándome en fotografías, para tomar algunas características fisiológicas".
Apuntó que el propósito de hacer esta reconstrucción facial es despertar el interés de la población sobre cómo eran sus antepasados, y generar conciencia de la importancia de conservar el material óseo, susceptible a la destrucción.