La Guelaguetza fue instituida como se conoce actualmente el 16 de julio de 1932, pero los orígenes de esta festividad oaxaqueña se ubican desde la época prehispánica, así lo describe una investigación de la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El Cerro de Bella Vista, Dani Lao Nayaalaoni, ubicado en la ciudad de Oaxaca, es un lugar sagrado donde los antiguos zapotecas, ofrendaban a los dioses agrícolas Pitao Cocijo (lluvia) y Pitao Cozobi (deidad del maíz) en agradecimiento por las cosechas recibidas.
Antes de la Conquista, “las casas de principales y macehuales se adornaban con elementos de milpa: elotes tiernos, hojas, cañas y espigas. El ritual incluía compartir entre la comunidad los primeros frutos de la siembra y también el sacrificio de una doncella para ofrendar su sangre a los dioses”, explican los investigadores del INAH, en un comunicado.
Los cantos eran plegarias y danzas, reverencias; los alimentos derivados del maíz simbolizaban la esencia de los dioses, pero en el siglo XVI, los españoles erigieron una capilla a la Santa Cruz que, en 1679, fue convertida en iglesia de la Virgen del Carmen.
La celebración se hacía el 16 de julio y, con el tiempo, los ritos de los antiguos pobladores se fueron fundiendo con el catolicismo generando una nueva forma religiosa.
La Guelaguetza o Guendalezaa, cuyo significado zapoteca es “reciprocidad, cooperación”, se convirtió en una hibridación de culturas y religiones. Por más de tres siglos la festividad cobró fuerza; pero en la segunda mitad del siglo XIX, durante la Reforma, las celebraciones religiosas poco a poco decayeron.
La festividad resurgió en 1932 con la celebración de los 400 años de la fundación de la Antigua Villa de Antequera, hoy ciudad de Oaxaca.
Con el transcurso del tiempo, la Guelaguetza se transformó en espectáculo cultural, y en el Dani Lao Nayaalaoni, hoy Cerro del Fortín, se hace un despliegue musical, dancístico y de atuendos tradicionales de los pueblos oaxaqueños, y en forma simbólica recuerda la reciprocidad entre ellos.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia informó que su fonoteca posee una colección de más de 18 mil soportes de acervos fonográficos, reunidos a partir de 1964 por antropólogos como Irene Vázquez Valle y Arturo Warman Grij.
Para las investigaciones, los especialistas destinaron grabaciones de música huichol, tenek, nahua, mixteca, tzoltzil, mayo, entre otras, que actualmente conforman la plataforma de la colección más importante de música tradicional y popular de América Latina, y en la cual está la música de la Guelaguetza.