Cerca del 7% de mexicanos, entre 3 y 12 años de edad, padece alguna enfermedad mental

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En la última década, las redes sociales se han convertido en herramientas elementales para la interacción social y la comunicación, pero el surgimiento de éstas también ha generado nuevos trastornos como el llamado FoMO (Fear of Missing Out, por sus siglas en inglés), una manifestación moderna del miedo a ser excluido.

De acuerdo con el Dr. Alejandro Nenclares Portocarrero, Médico psiquiatra y Gerente Médico del portafolio de Sistema Nervioso Central de Pfizer en México, explica que cada día es más común ver en los jóvenes una dependencia extrema al uso de las redes sociales con diversos fines, entre ellos tener la sensación de pertenencia, aprobación y aceptación de los demás; desde lo que desayunan, el cómo se ven, con quien viajan o a qué fiesta acudieron, entre otros muchos eventos cotidianos que se han convertido material constantemente publicado en búsqueda de popularidad y aceptación. Una gran cantidad de jóvenes al no recibir aprobación o perder ese sentido de pertenencia vía redes sociales, desarrollan altos niveles de ansiedad y dependencia a estos medios, provocando paradójiicamente alejamiento de sus semejantes, rechazo y daño a la autoestima.

Explica que la ansiedad es uno de los trastornos mentales más comunes y de mayor aumento en el mundo. Se caracteriza por la presencia de intranquilidad, desesperación, temor y preocupaciones excesivas --o una combinación de ellos- con un impacto en la funcionalidad diaria, los cuales pueden presentarse en cualquier momento de la vida.

Sin embargo, “a medida que las redes sociales se vuelven cada vez más populares y se facilita el acceso a internet, los adolescentes y jóvenes no sólo proporcionan más detalles sobre sus vidas privadas, sino que también de manera crónica incrementan sus interacciones con amigos reales y ‘virtuales’ que influyen en sus experiencias y comportamientos, se exponen a humillaciones, burlas, daño a su reputación y autoestima,  sin medir las consecuencias que esto puede traer en el plano familiar, social y emocional”, comenta.

Si bien existen factores ambientales, biológicos y psicológicos que pueden conllevar a estados de ansiedad, como problemas familiares, económicos, de pareja, escolares, acoso y abuso de sustancias como el alcohol, el Dr. Alejandro Nenclares sostiene que hoy es alarmante la relación que hay entre la ansiedad y la necesidad de aceptación y aprobación por algún grupo social, situación que está directamente relacionada con el uso desmedido de los dispositivos móviles, sea celulares, tabletas o computadoras que generan cada vez menor interacción de manera personal con la gente realmente importante.

Por ejemplo, refiere que las nuevas generaciones, como los millennials, muestran una conducta obsesiva por checar sus celulares inmediatamente antes del sueño, al despertar, en la comida o durante sus horas de clases. “Para ellos, la necesidad de enviar mensajes de texto y consultar las redes sociales se ha convertido en algo tan natural como respirar. Incluso, está comprobado que existe una correlación entre el uso de teléfonos inteligentes con la ansiedad social y depresión”.

Asimismo dice que los jóvenes, especialmente varones con alto grado de FoMO, han reducido sus niveles de complacencia respecto a necesidades psicológicas básicas como la independencia, el desarrollo profesional y relacionamiento con otras personas, lo que los conduce a una baja satisfacción hacia la vida y, en casos extremos, a pensamientos de muerte, hacerse daño y suicidio.]

“Algunos de ellos se la pasan cambiando sus fotos de perfil con el afán de obtener cierto número de ‘likes’ y, de no alcanzarlo, pueden ven mermada su autoestima porque sienten que no son aceptados o aprobados socialmente”, expresa el Dr. Nenclares.

Frente a esa situación, el también experto en desórdenes del sueño hace hincapié en la necesidad de que la ansiedad, al igual que otras enfermedades mentales, sean detectadas antes de que evolucionen a una etapa crónica e impacten severamente en la salud y calidad de vida de los afectados. 

Los pacientes en esta condición pueden manifestar alteraciones físicas (taquicardia, “nudo en el estómago”, sudoración excesiva, ahogo), conductuales, psicológicas (pérdida de control, sensación de amenaza o peligro), cognitivas (falta de concentración, dificultad de atención, confusión) y sociales (irritabilidad, dificultad para conversar) que los llevan a un ataque de pánico o a un estado mental alterado sin explicación aparente, síntomas que fácilmente pueden confundirse con problemas cardiovasculares o respiratorios. Por eso, es muy importante acudir con un psiquiatra para su diagnóstico y atención oportuna.

A pesar de que existe un alta relación entre los trastornos depresivos y ansiosos, mismos que ocupan los primeros lugares de atención médica en los tres niveles de atención en instituciones públicas de México (alrededor del 7% de la población, entre 3 y 12 años de edad, padece alguna de estas afecciones, generalmente no son diagnosticados durante la infancia y tampoco se les proporciona un manejo integral adecuado. Tan sólo un estudio publicado en 2014 indicó que si todos los gobiernos del mundo atendieran estos padecimientos, habría una reducción entre 3% y 5% del gasto sanitario destinado a la salud.

En ese sentido, el Dr. Alejandro Nenclares Portocarrero, Gerente Médico del portafolio de Sistema Nervioso Central de Pfizer en México, sostiene que las personas con este tipo de enfermedades mentales requieren tanto de psicoterapia, apoyo familiar y tratamiento farmacológico a base de medicamentos que alivien los síntomas emocionales y físicos asociados a la ansiedad y la depresión, que son considerados enemigos de las sociedades modernas.

Adicionalmente, es importante que los pacientes hagan cambios fundamentales en su estilo de vida, en especial si tienen cierto grado de dependencia a la tecnología. “La idea es encontrar en punto medio, porque las redes sociales, bien gestionadas, también son de gran utilidad. Es recomendable que los adolescentes y jóvenes establezcan horarios para conectarse y prioricen las relaciones interpersonales sobre las interacciones digitales”.

Además, por muy activas que sean, “es imprescindible mantener la vida privada para no estar expuesto todo el tiempo a la crítica. Aprender a tomar perspectiva con la opinión de los demás es una estrategia necesaria para trabajar la autoestima y reducir el estrés que puede generar la tecnología”, concluye.

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