Eran tiempos oscuros para el país. A finales de 1935, en un ambiente de voces que clamaban el cierre de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el
entonces director de su Escuela de Medicina, Gustavo Baz Prada, hizo una propuesta que en poco tiempo se convertiría en ley: el Servicio Social en Medicina.
Este proyecto, afirma Juan J. Mazón en un artículo publicado en la Gaceta Médica de México, buscaba consolidar la formación de los pasantes de medicina, poner a prueba sus capacidades y establecer un mecanismo retribuir a la sociedad lo que se invirtió en su educación. Para 1936, el Servicio Social se volvió obligatorio, al amparo de un convenio de colaboración entre la UNAM y el entonces Departamento de Salubridad Pública, hoy la Secretaría de Salud.
En agosto de ese mismo año la primera generación de pasantes saldría hacia lugares del país donde no existieran suficientes profesionales de la salud para atender las necesidades de la población, “armados de modestísimo equipo en un maletín médico, con un lote de diversos productos biológicos y con una remuneración de 90 pesos mensuales”. Posteriormente, el Servicio Social se convertiría en requisito para obtener el grado en todas las escuelas y facultades universitarias.
A 81 años de este hito, la Secretaría de Salud impulsa un nuevo modelo para el Servicio de Social, basado en la prevención y la medicina familiar. Luego de un exitoso piloto realizado con 42 pasantes de medicina de la UNAM en el estado de Tlaxcala, al término de este ciclo escolar, a partir de febrero de este 2017, se implementará el nuevo modelo. En él participarán alrededor de tres mil 500 pasantes de 115 instituciones de educación superior, en las 32 entidades federativas del país.
En este modelo de servicio social los estudiantes no solo estarán en las unidades médicas de primer nivel, sino que tendrán una rotación en los hospitales comunitarios.