Según la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), en 2017 alrededor de 17 mil 780 personas participaron como sujetos de
investigación en estudios de bioequivalencia en México. Estos estudios reclutan de manera voluntaria a individuos para probar si un medicamento genérico, que pretende entrar al mercado, es equivalente en seguridad y eficacia al medicamento innovador cuya patente ha vencido o está por vencer.
Cuando una empresa patenta un fármaco recibe una recompensa por toda la inversión en investigación que realizó y que tendrá que seguir realizando para terminar de desarrollar el nuevo medicamento. Esa recompensa es la exclusividad de venta, que generalmente es de 20 años a partir de que adquieren la patente.
Pero una vez que la patente vence, otras empresas tienen derecho a lanzar ese medicamento al mercado. Esto propicia la libre competencia y beneficia a la sociedad con precios más accesibles en los medicamentos, explica Gilberto Castañeda Hernández, científico del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), especialista en bioequivalencia.
“Por eso tenemos los genéricos, funcionan muy bien, está probado. Pero los genéricos tienen que demostrar la misma calidad, la misma eficacia y la misma seguridad que el medicamento innovador, si no, todo el sistema se viene abajo. Así que a cada medicamento que se vaya a sacar al mercado, se le tienen que hacer estudios, porque podría haber dos medicamentos, el innovador y una copia, que tengan la misma sustancia activa y la misma dosis y, sin embargo, no funcionen igual”.
Estos estudios, necesarios para separar los genéricos reales de las copias que no cumplen los criterios de calidad, seguridad y eficacia, son los estudios de bioequivalencia. Si un medicamento aprueba los estudios de bioequivalencia, entonces es un genérico real, intercambiable con el medicamento innovador.
Según la respuesta de la Cofepris, a la solicitud de información 1215100207918, en 2017 se realizaron 429 estudios de bioequivalencia en el país y hasta julio de 2018, 64 clínicas estaban registradas ante la autoridad sanitaria para llevar a cabo este tipo de estudios.
El mercado de genéricos es un mercado importante en México, según un estudio de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), en 2015, 71 por ciento de los medicamentos que se vendieron en farmacias y hospitales privados eran genéricos y en total, incluyendo las compras del sector público, 80 por ciento en volumen de los medicamentos vendidos en el país fueron genéricos.
Los conejillos de indias
Los estudios de bioequivalencia deben hacerse en humanos para poder analizar si la sustancia activa en el genérico llega a la sangre y se elimina al mismo ritmo que con el medicamento innovador. Este proceso de absorción, transformación y eliminación del fármaco no se puede analizar fuera del cuerpo humano. Así que los terceros autorizados, que son los laboratorios registrados ante la Cofepris para realizar estos estudios, reclutan a voluntarios para probar la bioequivalencia de los genéricos.
Los voluntarios se separan en dos grupos, un grupo recibe el medicamento innovador y el otro recibe el medicamento a prueba. Después, personal médico les toma muestras de sangre a tiempos bien determinados para analizar cuánto fármaco ha alcanzado su torrente sanguíneo o cuánto se ha eliminado. Los sujetos de investigación deben permanecer en la clínica el tiempo que sea necesario para que el fármaco se elimine en cierta proporción de su sangre, este proceso puede requerir días. Pasado cierto periodo, los voluntarios regresan y reciben el medicamento que no tomaron en la primera etapa del estudio.
Para que la selección de los voluntarios y el trato que se les da sean adecuados existe la Norma Oficial Mexicana NOM-177-SSA1-2013, esta norma establece que los sujetos de investigación deben ser sujetos sanos o pacientes de investigación que hayan expresado libremente y por escrito su consentimiento informado para participar en el estudio. Además, un sujeto de investigación solo puede participar en un estudio cada tres meses, y el tercero autorizado que realiza el estudio debe asegurarse, mediante análisis, que esté clínicamente sano y sea apto para el procedimiento.
La norma también establece que los sujetos deben ser remunerados en función del riesgo y tiempo empleado en el estudio. En general, los voluntarios reciben gratis los resultados de sus análisis clínicos y una compensación económica que suele ir de los dos mil a los 10 mil pesos. Gracias a estos voluntarios se puede tener competencia económica en el mercado de los medicamentos y precios más accesibles para la población.
Los efectos secundarios
Todos los medicamentos pueden generar efectos secundarios o reacciones adversas en el organismo, los innovadores y los genéricos. Pero los estudios de bioequivalencia permiten determinar si el medicamento a prueba ocasiona efectos secundarios similares o mayores a los del innovador.
Los sujetos de investigación deben estar informados sobre los efectos secundarios que pueden llegar a sufrir —que pueden ser leves o hasta poner en riesgo la integridad del sujeto— y la clínica debe contar con los medios necesarios para atender cualquier eventualidad que afecte a los voluntarios.
Por otro lado, hay medicamentos, como las quimioterapias, que tienen una toxicidad extremadamente alta, y no sería ético probar bioequivalencia en voluntarios sanos, explica Gilberto Castañeda. En estos casos extraordinarios los medicamentos se prueban en pacientes, también voluntarios.
“No es ético que a una persona sana se le someta a un posible daño, y lo más importante en la investigación científica es la dignidad de la persona humana con quien estamos tratando”. El investigador del Cinvestav es enfático: “Poner en riesgo a un voluntario no es negociable y punto. No hay discusión”.
Ingeniería inversa para la fórmula secreta
Las empresas pueden decidir vender la fórmula de sus medicamentos o no venderla. Si decide no venderla, las otras empresas que quieran diseñar un genérico deberán hacerlo mediante ingeniería inversa. La fórmula de la sustancia activa se conoce, pues la patente obliga a hacerla pública, pero los aditivos y la forma de unirlos es desconocida, explica Gilberto Castañeda.
“Si yo soy el innovador, nunca voy a decir qué proceso utilicé para un medicamento, porque ese es mi secreto industrial. Si alguien quiere hacer un genérico de mi producto, tiene que desarrollarlo, puede comprar mi producto e intentar tener la evidencia, por lo que se llama ingeniería inversa para descomponer sus ingredientes. O bien, simplemente puede decir 'yo sé formular muy bien y voy a diseñar mi producto con el principio activo que ya está libre y hacer una tableta con los excipientes que yo sé usar' y acaba obteniendo algo equivalente”.
Por eso es necesario probar bioequivalencia, porque las formulaciones no son iguales, y puede ser que en vez de que un analgésico, con la misma cantidad de principio activo, se libere en 15 minutos para aliviar un dolor de muelas, se tarde una hora y, entonces, aunque liberen la misma cantidad de fármaco, no son equivalentes, comenta el investigador del Cinvestav.
Todos los medicamentos pueden fallar
Trabajador supervisando la fabricación de píldoras en una planta de Nueva York, Estados Unidos. Imagen de 1948. Crédito CDC/ Barbara Jenkins, NIOSH.
“Cuando un medicamento en México tiene su bioequivalencia hecha por un tercero autorizado, es equivalente a un medicamento innovador, eso sí se puede decir fehacientemente”.
Pero todos los medicamentos pueden fallar, genéricos o de patente, pues contienen sustancias muy delicadas que alteran el funcionamiento del organismo. Cualquier falla en el proceso puede ocasionar un cambio en el efecto del medicamento. Así que todos los medicamentos que ya están en el mercado deben estar sometidos a la farmacovigilancia, que es un seguimiento que se hace de los medicamentos para detectar reacciones adversas que no se hubieran detectado antes.
Para Gilberto Castañeda, la farmacovigilancia es clave para garantizar la seguridad de cualquier persona que alguna vez tome medicamentos. Pero considera que en Latinoamérica no se le ha dado la importancia necesaria.
Aunque hay una Norma Oficial Mexicana de farmacovigilancia, no hay recursos suficientes para hacerla cumplir. En este momento, la mayoría de los reportes de efectos adversos la hacen los médicos, pero ellos no tienen el tiempo ni la capacitación para hacerlo todo. Hacen falta recursos humanos, hacen falta programas académicos formales, en Latinoamérica hay cursos o diplomados, pero ni un solo posgrado, cuando solo en España hay alrededor de diez, señala el investigador.
“La farmacovigilancia es importantísima para decir qué medicamentos vamos a seguir comprando, el que me falle ya no lo quiero. Y el médico no puede hacerlo todo, él está para atender al paciente. Cuando ve una cuestión de efectos adversos, simplemente debe reportar la sospecha y alguien más debe encargarse de llevar el caso, porque si no, el médico descuida a sus pacientes y estaríamos en el peor de los mundos”.